Voces del CICR: Dignidad para las personas fallecidas en Ucrania
En una serie de artículos en línea, el equipo del CICR en Londres entrevista a delegados británicos e irlandeses que trabajan en todo el mundo. Este mes, Niamh Smith, especialista forense irlandesa, habla sobre su trabajo en Odesa (Ucrania). Tras 21 años en la unidad de homicidios de la Policía Metropolitana de Londres y varias misiones para la Interpol y otras agencias internacionales en Libia y Nepal, Niamh se incorporó al CICR en 2022. Desde 2024, trabaja en la identificación de restos humanos y ayuda a facilitar su repatriación.
Ya se trate de una víctima de un delito o de alguien asesinado en un conflicto, te enfrentas a un ser humano que ya no puede hablar por sí mismo. No puede contarte lo que sucedió. No puede decirte quién es. Depende de nosotros cuidar a esa persona y llevarla a su hogar, con su familia.
Ver los restos humanos como personas, y no solo como cadáveres, es la esencia misma de la medicina forense. Se trata de proteger la dignidad de alguien después de su muerte. Como especialista forense, mi trabajo consiste en ayudar a garantizar que las personas fallecidas sean tratadas con el máximo respeto.
Desde la oficina del CICR en Odesa, en el sur de Ucrania, el equipo y yo ayudamos a las autoridades a localizar e identificar a las personas que han muerto como consecuencia del conflicto armado y a supervisar la repatriación de restos humanos entre Rusia y Ucrania. No es una tarea sencilla.
Desde octubre, el CICR está tratando de esclarecer la suerte de 174.200 personas. Esta cifra no se corresponde con el número total de personas desaparecidas, ya que no todos los casos se informan al CICR. Se trata principalmente de militares de ambos lados de las líneas del frente. Es posible que muchas de las personas que siguen desaparecidas hayan perdido la vida, pero que sus restos no se hayan recuperado, identificado o repatriado.
Recuperación e identificación de los caídos
El equipo forense y yo ofrecemos asesoramiento, capacitación, equipos y cientos de miles de kits para recolección de muestras de ADN a fin de apoyar esta labor vital. Pero la magnitud de la tragedia es enorme. Llegué a Ucrania en febrero de 2024 y, desde entonces, el flujo de víctimas no ha cesado. Si los enfrentamientos continúan a este ritmo, la cantidad de restos por identificar seguirá en aumento. Incluso cuando el conflicto armado finalmente termine, la recuperación e identificación de restos humanos dispersos en campos de batalla y aldeas destruidas llevará años.
Las instituciones forenses ucranianas utilizan diferentes técnicas para identificar restos humanos, entre ellas, pruebas de ADN. Pero el proceso no comienza en un laboratorio, sino sobre el terreno, en el mismo lugar donde se encuentra a la persona. En Ucrania, la recuperación de restos humanos está a cargo de las autoridades ucranianas, no del CICR. Cada detalle se fotografía y documenta cuidadosamente: el lugar de la recuperación, la ropa, las pertenencias personales. Ya sea una licencia de conducir guardada en el bolsillo trasero, un documento de identidad, una tarjeta o placa de identificación, perder una prueba fundamental podría implicar perder la oportunidad de identificar a esa persona.
También toman muestras de huesos y piezas dentarias para extraer ADN, que se analiza y se carga en una base de datos. El Centro Estatal de Investigación Científica Forense luego lo coteja con el ADN de los familiares que buscan confirmaciones y la devolución del cuerpo de su ser querido para su entierro. La tasa de éxito es buena, pero cada coincidencia deja un sabor agridulce. Puede ser una respuesta para una familia en duelo, pero nunca es la respuesta que esperan.
Siento un profundo respeto por las instituciones forenses de este lugar, que están realizando un trabajo extraordinario en circunstancias inimaginables. Pero ningún país del mundo podría lidiar fácilmente con esta magnitud de pérdida de vidas.
Izquierda: Capacitación forense en Dnipro, con esqueletos de plástico.
Derecha: Muestras de ADN extraídas por un especialista forense en un laboratorio del Centro Estatal de Investigación Científica Forense.
Una hilera de flores a lo largo de la carretera
También apoyamos, como actores neutrales, la repatriación de militares caídos entre Rusia y Ucrania, a pedido de ambos países. En pocas palabras, estamos allí para observar y garantizar que el traslado de los restos humanos se lleve a cabo con dignidad y respeto. Desde 2022, se han realizado más de 50 repatriaciones de este tipo, cada una de las cuales ha supuesto el intercambio de cientos, a veces miles, de restos.
En virtud de los Convenios de Ginebra, las partes en un conflicto armado tienen la obligación jurídica de buscar, recoger y evacuar a las personas fallecidas, independientemente del bando en el que lucharon. Puede que esto suene como un concepto jurídico abstracto, pero verlo en la práctica durante mi primera misión de repatriación me ha dejado una marca perdurable. Fue un recordatorio muy conmovedor de que, más allá de las leyes y las normas, se trata de honrar la vida humana.
El año pasado participé en mi primera repatriación. En esa ocasión, tuvimos que atravesar varias aldeas pequeñas para llegar a la frontera. Aunque era la primera vez que yo pasaba por ahí, la ruta en sí era muy transitada, y los habitantes reconocieron el convoy: vehículos militares, grandes camiones blancos para transportar a las personas fallecidas y nuestros coches en medio de la columna con la cruz roja en el capó. Entendían lo que significaba el convoy: estábamos repatriando a los soldados caídos.
En el viaje de regreso, después de recoger los restos en la frontera, volvimos a pasar por los mismos pueblos. Esta vez, todo el mundo había salido de su casa para vernos pasar. Hombres y mujeres mayores, niños pequeños, se arrodillaban y se ubicaban al costado de la carretera, llorando y arrojando flores bajo las ruedas de los camiones blancos mientras pasábamos. No sabían a quiénes transportábamos. Solo sabían que los muertos eran suyos: hombres que habían ido a luchar y ahora volvían a casa.
En mis 31 años de experiencia forense, trabajando en todo tipo de tareas, desde investigaciones de homicidios con la policía hasta fosas comunes en Libia, nunca había llorado. Pero al ver ese tremendo dolor colectivo y visceral, se me hizo un nudo en la garganta. Podía sentir su dolor. En el Reino Unido, la muerte suele sentirse muy lejana porque jugamos videojuegos y vemos películas y series que muestran a gente muriendo constantemente. Pero en ese momento, la guerra ya no era algo abstracto: tenía un terrible costo humano.