Mientras los hijos de Rosa comparten una hamaca, ella tiene que dormir en otra, separada de su esposo. “No cabemos en una”, explicó al personal del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) cuando le preguntaron cuántos mosquiteros necesitaba para su familia. En una zona donde la presencia de mosquitos transmisores de malaria es muy frecuente, contar con un dispositivo que protege el descanso de su familia ha sido un gran alivio para ella. En El Callao, en el sur de Venezuela, el CICR ha emprendido una serie de iniciativas para hacer frente a la emergencia de malaria en el segundo municipio del estado Bolívar que presenta más casos de esta enfermedad. “Mi esposo es minero, y yo también trabajo en la minería a veces. Por eso no podemos darnos el lujo de enfermarnos; si nos da malaria, nuestros hijos se quedan sin comer”, nos contó.