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“Mueren sin que nadie se dé cuenta”: se agrava la crisis médica en Sudán del Sur

Esta joven de 17 años iba a tener gemelos. El primer hijo de Nyandieng nació en el sencillo hogar de barro y paja de la familia. Sin embargo, hubo complicaciones que impidieron el nacimiento del segundo bebé. Para buscar ayuda, la familia trasladó a la adolescente, todavía embarazada, hasta la clínica más cercana, a una ardua distancia de cinco horas a pie.

Edward Dramwi, enfermero del Comité Internacional de la Cruz Roja, la ayudó a tener al segundo niño esa noche, en una clínica básica del pueblo de Waat. Sin embargo, el bebé nació muerto. Además del trauma de perder un hijo, Nyandieng también perdió mucha sangre. Necesitaba una transfusión, procedimiento que excedía la capacidad de esa clínica.

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Edward fue ver cómo estaba Nyandieng. Parecía frágil, débil y agotada. Sus familiares le secaban la frente y trataban de alejar las moscas de su cara.

"Aquí no podemos hacer nada más por ella. Tiene que ir al hospital", señaló Edward. Durante la época de sequía, un coche podría haber trasladado a la joven. En ese momento, sin embargo, la temporada de lluvias lo impedía. "La carretera está totalmente inundada. El coche no llegará hasta allá", el enfermero dijo a los familiares de la adolescente.

Décadas de violencia en Sudán del Sur han destruido cualquier esperanza de lograr un buen sistema médico. Para cualquier paciente que debe llegar a un hospital por una emergencia, la falta de carreteras es una condena a muerte.

Para llegar al hospital, los familiares de la joven tendrían que haber caminado durante nueve horas por un pantanal. Decidieron no hacerlo. Nyandieng murió dos horas después, y sus familiares se llevaron a la adolescente y a su hijo muerto a casa, donde el gemelo vivo deberá pelear por sobrevivir sin su madre.

"Es muy doloroso ver morir a tus pacientes simplemente porque no hay carretera y no puedes enviarlos al hospital", afirma Edward, cuyo rostro normalmente jovial y sonriente mostraba una profunda congoja. "Hace algunas semanas, llegó por la noche una mujer embarazada. Había sufrido un desgarro uterino. Lo único que podíamos hacer era tratar de consolarla. Lloró durante toda la noche y murió por la mañana."

Las medidas preventivas pueden mejorar las opciones de las madres para dar a luz de una forma segura pero, por la falta de sensibilización de la población y el acceso difícil, son pocas las mujeres que obtienen asistencia. La clínica trabaja con parteras tradicionales, que tratan de convencer a las mujeres de que vayan a la clínica desde los comienzos del embarazo para someterse a controles prenatales.

"Tratamos de identificar pronto los embarazos de alto riesgo y les decimos a las mujeres que vayan al hospital antes de ponerse de parto", explica Nyawech Sammuel, una ayudante de partera de la clínica de Waat.

Sin embargo, incluso este enfoque tiene sus limitaciones. Hay muy pocos dispositivos médicos avanzados, como los ecógrafos. Los trabajadores de atención sanitaria tienen una capacidad limitada para detectar anomalías. "Se produce al menos una muerte materna cada tres meses. Ese es el mínimo. Muchas veces son más", señala Patricia Maina, delegada de salud del CICR.

conflict in South Sudan affects women and access to healthcare

Incluso cuando las armas callan, miles de personas sin acceso a una atención de salud adecuada pueden sentir los efectos de décadas de conflicto en Sudán del Sur. CC BY-NC-ND/CICR/Alyona Synenko

El CICR brinda apoyo a la clínica de Waat para asegurarse de que las personas afectadas por el conflicto tengan acceso a servicios básicos de atención de salud. Algunas otras instalaciones sanitarias de la región han cerrado por falta de fondos, lo cual incrementa la presión sobre Waat.

"Esta estructura debía originalmente prestar servicios a alrededor de 45.000 personas, pero en la actualidad asiste a entre 60.000 y 70.000 personas, con solo dos empleados de la clínica para atenderlos. Muchos pacientes vienen desde lejos", apunta Patricia.

Todos los insumos médicos de Waat se entregan por avión o helicóptero, y a veces hay escasez. Cuando comenzaron los enfrentamientos en Yuba en julio, la clínica de Waat estuvo varias semanas sin recibir insumos, recuerda Edward. "Durante ese período, una mujer trajo a un niño con una neumonía leve. No nos quedaban antibióticos. Unos días después, la neumonía pasó a ser grave y el niño murió."

Encontrar trabajadores bien capacitados es otro desafío. "No puedo ni tomarme vacaciones, porque no hay nadie que pueda reemplazarme", señala Nyawech. La mayoría de los trabajadores de atención de salud nunca recibe capacitación formal y, en cambio, aprende sobre la marcha. Hay muchas vidas que dependen exclusivamente de sus habilidades y su dedicación. "Cuando una mujer sangra, tengo que utilizar la técnica adecuada para detener la hemorragia. Si no lo logro, la mujer morirá", apunta Nyawech.

Decenas de miles de personas han muerto en enfrentamientos desde finales de 2013, aunque se desconoce la cifra exacta. Lo que sí es seguro es que esa cifra desconocida aumenta de día en día, incluso cuando las armas no se disparan.

"Estas personas son las víctimas de la guerra", dice Edward, y señala con el brazo a los pacientes de esta sencilla clínica médica. "Pero mueren sin que nadie se dé cuenta."