Khine Nu, madre de seis hijos, está preocupada por la temporada de monzones que se avecina. En mayo de 2017, su casa fue arrastrada por la corriente durante el ciclón Mora. Si bien sus vecinos la ayudaron a reconstruir su casa, la estructura no tiene la solidez suficiente para soportar una tormenta fuerte.
Un grupo de residentes locales posa con los artículos de asistencia de emergencia en una zona de la aldea Nga Ku Ya. En tan solo un día, más de 500.000 personas de dos zonas de la aldea en el norte de Rakhine pudieron recibir alimentos y otras formas de asistencia. Recibieron pescado en conserva, arroz, aceite, té, azúcar, sal, mantas y filtros de agua, entre otros artículos.
Durante la sesión de capacitación en higiene, realizada en el campamento de Kyee Kan Pyin, un miembro de la comunidad se ofrece como voluntario para ayudar con la interpretación. Es una de las muchas personas que viven en los refugios temporales mientras esperan poder regresar, algún día, a sus hogares.
Antes de que lleguen los monzones, la Cruz Roja duplicó las raciones de alimentos para esas comunidades.
Hombres y mujeres por igual se ofrecen para descargar bolsas con artículos de asistencia que llegan al campamento de Kyee Kan Pyin. Durante esta visita en particular, las 170 familias que forman esta aldea recibieron doble ración de alimentos, que probablemente les duren dos meses y les ayuden a pasar las fuertes lluvias.
En la zona norte de Rakhine, para llegar a las comunidades, hay que desplazarse en bote. En las islas remotas de Pauktaw, cerca de Sittwe, unas 350 familias se beneficiarán del proyecto destinado a reforzar los refugios antes de la temporada de los monzones.
“Esta es mi casa: es agobiante trabajar todo el día bajo un sol abrasador, pero tenemos que apresurar el ritmo de trabajo porque se acercan los monzones y necesitamos tener un techo firme para mis tres hijos pequeños”, afirma Abu Ahlan. En la actualidad, el CICR contrata y capacita a carpinteros locales para que construyan casas más resistentes contra los ciclones, lo cual se traduce tanto en ingresos como en resiliencia para la comunidad.
El estallido de violencia que tuvo lugar en Rakhine el 25 de agosto de 2017 generó una de las mayores crisis humanitarias de la historia reciente por la que más de 700.000 personas huyeron a Bangladesh y miles más tuvieron que desplazarse dentro del estado.
A casi un año del estallido de la crisis, muchas personas continúan sufriendo por no tener acceso a mercados, medios de subsistencia básicos y atención médica. Hasta la fecha, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja ha asistido a casi 300.000 personas, y nuestra labor continúa.
En Rakhine, nuestra prioridad son las personas. Dondequiera que vamos, llegamos a todas las comunidades afectadas por la violencia reciente, y nuestro enfoque continúa siendo el mismo: poner en práctica la neutralidad y la imparcialidad en todas nuestras acciones.
Esa práctica también nos brinda la seguridad y la confianza necesarias para hacer nuestro trabajo y llegar hasta las personas más vulnerables que tienen mayor necesidad de recibir nuestra ayuda.
Además, inspira a las personas a darnos una mano mientras llevamos adelante nuestra labor. En todas las comunidades, los pobladores nos ayudan activamente a realizar diversas tareas: desde trasportar sacos de alimentos hasta trasladar bambú, desde descargar camiones hasta movilizar asistencia.
Esa actitud nos permite seguir adelante diez meses después de que comenzó la violencia y nos da la esperanza de que es posible un futuro mejor para las personas de Rakhine.