Observaciones de Fabrizio Carboni, director de Actividades Operacionales del CICR para Oriente Medio y Oriente Próximo

Observaciones de Fabrizio Carboni, director de Actividades Operacionales del CICR para Oriente Medio y Oriente Próximo

Declaración 30 junio 2021 Siria

Sesión informativa sobre la situación humanitaria de las personas varadas y detenidas en el noreste de Siria

"La década pasada ha causado pérdidas devastadoras a la población siria. Muchos de ustedes han sido testigos directos del terrible sufrimiento padecido, de la destrucción de ciudades, del colapso de servicios vitales.

Y, en medio de esa enorme tragedia, hoy se profundiza una de las más complejas crisis de protección de niños y niñas en el nordeste del país.

Decenas de miles de niños y niñas están varados en campamentos, en condiciones sumamente precarias que ningún niño debería conocer. Y cientos de menores, en su mayoría varones y algunos de ellos de apenas doce años de edad, están detenidos en cárceles para adultos, lugares claramente inaptos para ellos.

Estos menores son sirios, iraquíes y de decenas de otros países. Algunos están con sus familiares; otros son huérfanos o están separados de sus seres queridos. Todos deben ser tratados, principalmente, como víctimas.

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He trabajado con el CICR en zonas de conflicto en todo el mundo, pero la visita al campamento de Al Hol, lleno de niños y niñas, ha sido siempre una experiencia particularmente dolorosa.

Estuve en ese campamento en marzo; fue mi cuarta visita en muchos años. Vi una situación peor, incluso, que la que había visto antes.

Para que puedan darse una idea de la magnitud de esta crisis, el campamento de Al Hol existe desde los años 1990, cuando se convirtió en el hogar de unos 10.000 iraquíes después de la guerra del Golfo. Algunos de ellos siguen viviendo allí.

Hoy en día, hay unas 60.000 personas procedentes de más de 60 países alojadas en Al Hol. La mayoría son de Irak y de Siria, y el 90 % de ellas son mujeres, niños y niñas. Se calcula que unos 40.000 niños y niñas están creciendo en condiciones sumamente precarias y, con frecuencia, peligrosas.

La primera vez que estuve allí fue en 2019, cuando comenzaron a llegar al campamento personas que huían de los intensos enfrentamientos en Baghouz.

El sufrimiento era horrendo. Llegaban miles de mujeres, niñas y niños cubiertos de polvo, conmocionados, con hambre y frío; muchos habían recorrido cientos de kilómetros.

Algunas personas tenían heridas recientes causadas por armas explosivas; muchas de ellas estaban amputadas; otras tenían heridas que no habían sido tratadas durante meses.

En esas primeras semanas, casi la mitad de todos los pacientes de nuestro hospital de campaña eran niños. Muchos murieron poco después de llegar al campamento, por las heridas gravísimas que tenían.

Tres años después, la mayoría de los que sobrevivieron siguen allí. El campamento de Al Hol son filas interminables de carpas en medio del desierto. Prevalece la desesperanza entre las miles de personas que han quedado en ese limbo y que necesitan la perspectiva de un futuro.

Las necesidades de ayuda sanitaria son enormes, en particular las de salud materna e infantil, pediatría, cirugía, salud mental y rehabilitación física. El año pasado, se registró un incremento del número de muertes de niños y niñas y, en algunos casos, por causas que podrían haberse prevenido.

En el campamento de Al Hol, las condiciones son duras para todos, niños y adultos. Algunas familias fueron separadas durante los traslados a otros campamentos o a lugares de detención; hay niños separados de sus madres.

Los varones, en particular, viven con miedo y desconfianza. Al llegar a determinada edad, muchos son separados de sus familiares y trasladados a lugares de detención de adultos, donde ningún niño debería estar.

Los menores que se encuentran en lugares de detención deben ser reunidos con sus familiares en los campamentos, repatriados con ellos o recibir formas de cuidado alternativas. Para la repatriación, debe darse prioridad a las personas con enfermedades graves.

Y, por supuesto, no debe desatenderse la situación de miles de adultos. Nadie está fuera de la ley y todos tienen derecho a un proceso equitativo y a un trato humano.

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Tres años después de mi primera visita al campamento de Al Hol, hay algo que está más claro que nunca: no es imposible actuar. La tarea es enorme y compleja, pero esta no puede ser una excusa para no actuar.

Los Estados no pueden encarar esta tarea solos. No hay alternativas a la cooperación internacional y la acción colectiva para llegar a soluciones de largo plazo.

Muchos organismos pueden contribuir con su experiencia y asesoramiento, incluido el CICR. El derecho internacional ofrece un marco para ayudar a abordar la cuestión. Los Estados pueden aprender unos de otros. Pueden y deben intercambiar buenas prácticas.

Y reconozcamos también que sí hay ejemplos positivos de repatriación. Hay Estados que han repatriado a madres e hijos, manteniendo la unidad familiar tal como requiere el derecho internacional. Hay Estados que están esforzándose para procesar y/o reintegrar a las personas, y hacer un seguimiento de sus casos con humanidad.

Tenemos ante nosotros la oportunidad de actuar, para evitar más angustia y sufrimiento. Pero esa oportunidad va estrechándose cada vez más.

El momento de que los Estados actúen con humanidad y responsabilidad, para que sus ciudadanos dejen de vivir en esas condiciones, es ahora. Las necesidades son inmensas, y el costo de no actuar es alto para todos.