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Perú: mujeres voluntarias de Cruz Roja ante el desafío de ayudar sin mirar a quién

Victoria Dieguez tiene 62 años y lleva 35 años como voluntaria de la Filial Provincial de Ayacucho de la Cruz Roja Peruana (CRP). Su increíble historia nos demuestra que cuando la solidaridad es un valor enraizado, ningún obstáculo puede detener el compromiso de ayudar a los demás.

Frente a la situación de violencia armada que vivía el Perú entre los años 1980 y 2000, principalmente en Ayacucho, la CRP cumplió un papel importante. Victoria, técnica en enfermería, junto con otras voluntarias, atendían a las personas desplazadas y a los heridos producto de los enfrentamientos, remitiéndolos al hospital cuando eran casos muy graves.

Los jóvenes voluntarios de la Cruz Roja ven en Victoria un ejemplo a seguir. CC BY-NC-ND / CICR / G. Negro

Un 24 de junio de 1981, Victoria y otras cuatro voluntarias fueron detenidas e interrogadas durante tres días, acusadas de atender a miembros del grupo armado. "Fueron tres días de mucho miedo, dolor y llanto, pero los golpes me volvieron más fuerte, tenían que entender que los voluntarios de la Cruz Roja aquí y en cualquier parte del mundo atienden a toda persona herida, sin importar su procedencia", narra Victoria.

"Fuimos mostradas en la prensa, expuestas a que nos señalaran sin ningún motivo. Tengo un hermano policía que también fue estigmatizado por ser pariente mío. Sin embargo, tiempo después se demostró que nuestro trabajo respondía únicamente a necesidades humanitarias", continúa la voluntaria.

La filial provincial de Ayacucho de la CRP cuenta con un espacio para alojar a los familiares de personas desaparecidas que vienen desde lejos a la entrega de los restos mortales. CC BY-NC-ND / CICR / G. Negro

Esta situación traumática para las voluntarias dejó secuelas. Algunas no quisieron seguir con la labor humanitaria por los riesgos que ésta conlleva. "Yo no había hecho nada, sólo quería ayudar y es por eso que esta situación, que me dejó al inicio una sensación de impotencia, luego me dio más valor. Curé mis heridas físicas y emocionales, y salí fortalecida", relata Victoria.

Delegados del CICR llegaron a Ayacucho para atender este caso y establecer un diálogo con las autoridades sobre la naturaleza del trabajo humanitario. Posteriormente, recibieron un documento pidiendo disculpas a las voluntarias por el trato recibido.

En el local de la Filial provincial de Ayacucho de la CRP, Victoria atiende por las tardes en el puesto de primeros auxilios. CC BY-NC-ND / CICR / G. Negro

A la oficina de la filial provincial de Ayacucho de la CRP llegaban, además de las personas desplazadas y heridas, huérfanos y niños solos. "A pesar del miedo, seguí con mi trabajo en la Cruz Roja Peruana. Recuerdo que nos levantábamos a las 4 de la mañana para preparar los desayunos a los niños y todo ese apoyo que brindábamos nos daba mucha satisfacción. Incluso algunos de esos niños, hoy adultos, me recuerdan con cariño", cuenta Victoria.

"Desde ese entonces pensé que nunca voy a dejar de ser voluntaria de la Cruz Roja. Me siento muy bien ayudando, somos un apoyo para las personas que necesitan una mano solidaria y eso reconforta mucho. Ahora, hemos recibido a familiares de personas desaparecidas que vienen desde lejos, no sólo buscan un sitio donde quedarse, necesitan sentir solidaridad", termina su relato Victoria con una contagiosa sonrisa.