La mujer y el derecho internacional humanitario
El derecho internacional humanitario (DIH) tiene por objeto prevenir y aliviar el sufrimiento humano en la guerra, sin discriminación por motivo de género. Sin embargo, reconoce que, en situaciones de conflicto armado, las mujeres afrontan problemas específicos, como violencia sexual y riesgos a su salud.
Los conflictos armados no conciernen solo a los hombres; sus efectos en las mujeres pueden ser graves. El derecho humanitario reconoce ese hecho en la protección general que confiere tanto a hombres como a mujeres, así como en las disposiciones específicas que otorgan protección adicional a las mujeres.
En general, el DIH exige que se dé trato humano a los heridos y a los enfermos, a los prisioneros y a los civiles atrapados en un conflicto, sin discriminación alguna basada en el sexo, la raza, la nacionalidad, la religión, las opiniones políticas o en cualquier otro criterio análogo. Esta protección general está establecida en los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales de 1977, así como en el derecho humanitario consuetudinario.
Las disposiciones generales del DIH también prohíben la toma de rehenes y el uso de escudos humanos. En conflictos recientes, ha habido malos tratos, en especial el uso de mujeres y niños para proteger a los combatientes contra ataques.
Además, las mujeres deben recibir “protección especial” contra la violencia sexual. Este concepto abarca la violación, la prostitución forzada y toda otra forma de atentado al pudor, las cuales constituyen crímenes de guerra. También se prohíbe la amenaza de violencia sexual. Asimismo, las mujeres detenidas deben estar en alojamientos separados de los ocupados por los hombres para evitar abusos sexuales.
Más aun, el DIH exige que las embarazadas y las madres de niños pequeños, en particular las madres lactantes, sean tratadas con especial cuidado, por ejemplo, en cuanto a alimentos, ropa, asistencia médica, evacuación y transporte.
Las mujeres son especialmente vulnerables a separarse de su familia y al sufrimiento provocado por no conocer la suerte de sus familiares desaparecidos, tanto en un conflicto armado como después de finalizado. Como la gran mayoría de las personas que desaparecen son hombres, muchas veces las mujeres de la familia son las que afrontan la angustia de esperar noticias del esposo o del hijo desaparecido. A menudo, recae sobre sus hombros la carga de buscar a sus familiares, especialmente a los hijos, de los que han quedado separadas a raíz de las hostilidades.
El derecho humanitario otorga a las familias el derecho de conocer la suerte de sus familiares desparecidos y obliga a las partes en los conflictos armados a adoptar todas las medidas posibles para dar cuenta de las personas dadas por desaparecidas. En los últimos años, el CICR lanzó una campaña para visibilizar la causa de las personas desaparecidas. Nuestra organización lidera, a nivel mundial, las actividades de restablecimiento del contacto entre familiares, ya sea durante o después de los conflictos armados.
En la población civil, las mujeres también asumen la importante responsabilidad de lidiar con otras consecuencias de los conflictos armados. La guerra interrumpe la producción y la provisión de alimentos. Se destruyen las instalaciones de salud, tan esenciales para madres e hijos. Es probable que el transporte, el suministro de agua y el de combustible se vean afectados.
En virtud del derecho humanitario, las partes en conflicto están obligadas a proteger la seguridad física, económica y sanitaria de la población civil. Cuando fracasan, muchas veces son las mujeres las que deben afrontar las consecuencias. En ausencia de los hombres, que suelen ser el sostén de familia, las mujeres tienen que hacerse cargo de la supervivencia cotidiana de su familia. A menudo deben recorrer grandes distancias en busca de agua, alimentos, leña, medicamentos y otros artículos básicos, por lo que corre riesgos su integridad física. Además, suelen cuidar a los familiares y miembros de la comunidad enfermos.
Tomamos medidas para prestarles apoyo a través de atención médica y otros servicios esenciales para la supervivencia, como alimentos, artículos domésticos y alojamiento. También trabajamos para convencer a las partes en conflicto de que permitan el paso de suministros adecuados para los civiles. De hecho, conforme al DIH, todas las partes en conflicto deben permitir y facilitar el acceso rápido y sin obstáculos de la asistencia humanitaria destinada a las personas civiles que la necesitan. La asistencia humanitaria es imparcial y se ofrece sin discriminación.
Después de un conflicto armado, las mujeres cumplen un papel fundamental en la reconstrucción de la comunidad. En zonas rurales, con frecuencia son las principales beneficiarias de la entrega de semillas, herramientas y ganado para promover la seguridad económica tras un conflicto armado. También son cruciales en las acciones que llevan adelante nuestra organización y otras para sensibilizar y evitar más víctimas a causa de las minas antipersonal, que siguen provocando heridas y muertes de niños una vez finalizadas las hostilidades