Ucrania: amasar pan para las personas desplazadas
Lubov Vasilievna huyó de su ciudad, Pervomaisk, para estar más segura en Severodonetsk. Ahora, es parte de un equipo de la Cruz Roja que distribuye pan a otras personas que, como ella, han tenido que dejar sus hogares para escapar de los enfrentamientos en el este de Ucrania.
Hace un año, Lubov Vasilievna no habría pensado ni por un segundo que en cuestión de meses podía estar ayudando a la Cruz Roja en la distribución de pan en Severodonetsk, lejos de su hogar en Pervomaisk. Sin embargo, así de incierta es la vida hoy en una región en la que los intensos combates se han cobrado alrededor de 6.000 vidas y han desplazado a más de un millón de personas desde principios de 2014.
"Nunca pensé que vendría a Severodonetsk", explica Lubov con una leve sonrisa, mientras marca los nombres de los beneficiarios en la larga lista que tiene ante sí. En otra época, Severodonetsk era conocida solamente por su fábrica de productos químicos. Ahora es la capital administrativa de la región de Lugansk. El pasado mes de octubre, Lubov se refugió allí con su hija y su nieta, cuando los bombardeos hicieron que fuera demasiado peligroso quedarse en la ciudad donde vivía.
"Nos dio miedo", señala, y deja a un lado su tarea para hablar con las personas que han llegado para ver la distribución de pan. "Mi madre vino con nosotras, y ya hace seis meses que somos beneficiarias de este programa."
Sin embargo, Lubov quería hacer algo más que simplemente recibir ayuda, así que se sumó a la Cruz Roja como voluntaria. Ahora, además de recibir pan, organiza su distribución junto con otros voluntarios. No cobra por ese trabajo, pero eso no importa. Lubov ayuda por una cuestión de generosidad. Y, como también afirma, "si ayudas a los demás, ellos te ayudan".
El programa de distribución de pan lo gestiona la Cruz Roja de Ucrania, con apoyo del CICR, y se puso en marcha en octubre del pasado año casi por casualidad.
"Teníamos una cantidad enorme de harina de sobra y decidimos pedir a una panadería local que hiciera pan para familias desplazadas", explica Gagik Isajanyan, el delegado encargado del programa en la oficina del CICR en Severodonetsk. "Nos llevó un tiempo organizar este proyecto con nuestros socios de la Cruz Roja de Ucrania, pero logramos superar todos los problemas logísticos."
El programa tuvo un éxito inmediato y, a medida que el número de personas desplazadas que llegaban a Severodonetsk aumentaba a lo largo del invierno, también lo hacía el número de personas que recibían pan, que se duplicó de alrededor de 300 a más de 600 por día. Se abrieron otros dos puntos de distribución en las localidades cercanas de Lysychansk y Rubizhne, lo cual llevó la cifra total a unas 4.400 personas.
El concepto es sencillo. El CICR suministra 2,5 toneladas de harina cinco veces por semana a una panadería local, que aporta los demás ingredientes, elabora 2.200 hogazas de pan al día y se queda un porcentaje de la harina para su producción propia. El CICR también paga el transporte del pan a tres puntos de distribución en los que voluntarios de la Cruz Roja esperan para distribuirlo cada mañana. El programa se ha prorrogado hasta junio.
Todo el pan se distribuye entre familias desplazadas. Cada adulto recibe una hogaza cada dos días, y cada familia recibe una hogaza adicional si tiene dos niños y dos hogazas adicionales si son familias con tres niños o más.
Inna, una ex gerente de restaurant de 30 años de edad, viene a buscar pan cada dos días. "Mi hijo de seis años se quedó con mis padres cerca de Popasna", explica mientras deja a su hija Polina, de cinco meses, en su cochecito. "Pero decidí traer aquí a la bebé, como medida de precaución. Al principio vivía con una amiga, pero ahora he alquilado un apartamento, porque es probable que pase mucho tiempo hasta que podamos volver a nuestro pueblo."
Para suplementar la ración de pan de Inna, su madre le envía verduras de la huerta en escabeche y otros botes de conservas. "Vivo de la ayuda humanitaria", apunta Inna. "Ya no puedo permitirme comprar carne, y es difícil arreglarse. Me gustaría tratar de encontrar trabajo, pero tengo que cuidar a la bebé."
Ucrania, famosa por sus industrias y sus minas de carbón, también era conocida como el granero de Europa por su fértil tierra negra. Sin embargo, el conflicto en el este ha cambiado las cosas. Los campos de trigo y girasoles están sembrados de minas terrestres y la economía local ha colapsado hasta crear numerosos problemas a las fábricas y los servicios en muchas zonas.
Los precios también han aumentado. Hoy en día, una hogaza de pan común cuesta alrededor de 10 grivnas (50 centavos de dólar) en Severodonetsk, frente a las alrededor de 4 grivnas que costaba hace unos meses, lo cual deja este alimento básico diario fuera del alcance de muchas personas desplazadas y desempleadas.
"Los beneficiarios nos dicen que utilizan el dinero que se ahorran en pan para comprar otras cosas que necesitan", explica Lubov, mientras se sienta de nuevo a la mesa para seguir con su trabajo. "Dicen que representa una diferencia enorme en sus vidas. Yo puedo confirmarlo."
La fila del pan avanza lentamente y quienes esperan conversan, preparados con bolsas y envueltos en abrigos y gorros para protegerse del viento frío de primavera. Este sencillo programa y los voluntarios que lo gestionan hacen algo más que llenar estómagos. Ofrecen un poco de humanidad a personas que han sido privadas de todo lo que valoran.