El agua limpia y apta para el consumo es una prioridad en Rakhine. Las comunidades desplazadas debido a los recientes episodios de violencia han tenido que cavar pozos para encontrar agua y utilizar agua de estanques y de mar para cocinar y lavar. Como parte de nuestra respuesta de emergencia, no solo hemos distribuido cerca de quinientos mil litros de agua desde que comenzó la crisis, sino que hemos enseñado a las comunidades medidas de higiene para tengan un nivel más alto de seguridad y de salud.
La Cruz Roja presta ayuda a todas las comunidades afectadas por la violencia en Rakhine. La Cruz Roja entregó asistencia en efectivo sin restricciones para más de quince mil personas que tienen acceso a los mercados a medida que estas regresaban a sus hogares después de haber sido obligadas a reubicarse en forma temporal.
El proceso para acercar la asistencia de emergencia a las personas ubicadas en el norte de Rakhine comienza con el traslado de cajas desde un depósito hasta un camión y, desde allí, hasta un barco. Tras las primeras semanas de haber comenzado nuestra acción de respuesta, transportamos cuatrocientas toneladas de artículos en barco desde Yangon hasta Maungdaw, en el norte de Rakhine.
En el norte de los municipios de Buthidaung, Maungdaw y Rathedaung, el miedo y la incertidumbre son generalizados; muchas personas no pueden acceder ni a escuelas ni a campos de cultivo, como tampoco pueden recibir la asistencia de salud que necesitan dado que la capacidad de tránsito está limitada. La situación requiere tanto de asistencia humanitaria como de una inversión a largo plazo, sumado a la necesidad de restablecer el orden público, la paz y la estabilidad en las comunidades.
“Las personas comen muy poco; especialmente, ingieren arroz para sobrevivir”, explicó uno de los delegados de seguridad económica, del CICR. En tres meses, la Cruz Roja ayudó a más de ciento cincuenta mil personas con cien kilogramos de alimentos empaquetados para que pudieran mantenerse hasta que se estabilizara la situación.
Familia por familia, aldea por aldea, fuimos cubriendo un total de ciento cuarenta pueblos en todo el norte de Rakhine. En un solo día, los equipos de la Cruz Roja condujeron durante ocho horas y estuvieron tres horas repartiendo alimentos entre mil trecientas familias en dos lugares.
“Aunque el CICR no pueda ofrecer ni la seguridad ni la libertad materiales que desean las comunidades, podemos dar una oportunidad para que las personas afectadas por la violencia sean oídas, para compartir sus temores y preocupaciones, y para que opinen sobre los programas de socorro que estamos llevando adelante.” – Fabrizio Carboni, jefe de la delegación del CICR en Myanmar.
Los integrantes de las comunidades nos escuchan en silencio y de cerca. Comprenden que la Cruz Roja ayuda a todos, más allá de etnias o religiones. “En Rakhine, fui aceptado por todos, pero la situación no es fácil”, explica Myint Naing, delegado del CICR en el terreno. “Es importante que las personas confíen en mí. Les digo: ‘Soy hindú, pero olvídense de mi religión: estoy aquí para ayudarlos’.”
“Durante los últimos meses, las personas nos decían constantemente cuánto agradecían que lleváramos alimentos y otros artículos a todos. En este momento, cualquiera que permanezca allí es vulnerable. Nuestra forma de ayudar a todos los miembros de la comunidad según sus necesidades no genera tensión dentro de la aldea.” – Giulio Doronzo, delegado de seguridad económica del CICR.
En todas las comunidades a las que vamos, los pobladores, de todas las edades, colaboran con la Cruz Roja para que cumplir su labor.
“En zonas muy remotas, ubicadas a horas de viaje de centros urbanos, las necesidades son muchas. Debemos ayudar a esas personas tanto como sea posible. Las comunidades, por su parte, valoran el esfuerzo que realiza la Cruz Roja para llegar a esas aldeas. Muchos dicen que somos los primeros en llegar y escuchar las dificultades que enfrentan.” – Makoto Abe, empleado del CICR que trabaja en Rakhine desde el estallido de la violencia.
Durante más de tres meses desde que estalló la violencia en el norte de Rakhine, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja ha estado al frente de la respuesta humanitaria por la que se prestó asistencia a ciento ochenta mil personas en los municipios de Buthidaung, Maungdaw y Rathedaung. Cerca de doscientos empleados de la Cruz Roja se desplazan durante horas a pie, en automóvil, en barco o en helicóptero para llegar hasta comunidades remotas ―algunas de las cuales son sumamente vulnerables― que fueron abandonadas luego de que más de seiscientas mil personas huyeron a Bangladesh.
"Todas las comunidades de Rakhine continúan sufriendo de una u otra manera debido al estallido de violencia", explica Fabrizio Carboni, jefe de la delegación del CICR en Myanmar. "Al fin y al cabo, la solución a la crisis en Rakhine requiere una respuesta no solo humanitaria, sino política, que exigirá el restablecimiento de la paz y de la tranquilidad entre las personas."
En la actualidad, la situación es relativamente estable, aunque sigue siendo tensa. Numerosas personas huyen, y se denuncian incidentes de violencia. En algunas zonas que no se vieron afectadas por la violencia, nuestros equipos observan un estado de calma y normalidad, y los pobladores nos dicen que pueden desplazarse en forma segura; las mujeres trabajan en sus casas, mientras que los hombres salen a vender pescado. En otras, hay una clara tensión y existe una restricción absoluta para transitar, de modo que los niños no pueden asistir a la escuela y las personas que están enfermas no pueden llegar a las clínicas. Las viviendas se desmoronan o, directamente, quedaron reducidas a cenizas. Los pobladores empiezan a pedir mantas a medida que llega el invierno.
Después de tres meses, seguimos llegando a nuevas comunidades en algunas de las zonas más remotas y montañosas de Myanmar: se necesita ayuda con urgencia. La necesidad de asistencia humanitaria es crítica. Si bien el Movimiento Internacional de la Cruz Roja está por concluir sus actividades actuales como parte de la operación de asistencia de emergencia para 2017, Rakhine seguirá siendo una zona sensible, donde las probabilidades de que vuelva a estallar la violencia son elevadas.