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Venezuela: amasando sueños entre panes, dulces y galletas

―"¡Échale pichón!"

Fue lo que dijo el esposo de Isangeli cuando ella le preguntó qué opinaba sobre estudiar panadería. Hacía tiempo que quería aprender, pero no contaba con el dinero para pagar un curso de cocina, así que cuando vio en Facebook que en su comunidad podía formarse sin tener que pagar nada, no lo dudó y se inscribió.

"El primer día, aprendimos a hacer golfeados: esa fue la primera receta que anoté en mi cuaderno", cuenta Isangeli mientras amasa la mezcla de la que saldrán los panes que cocinan ese día. Igual que ella, sus 20 compañeros se están capacitando para convertirse en panaderos profesionales.

Desde agosto de 2019, el CICR apoya el centro de formación de la comunidad de La Vega, una zona popular en el oeste de Caracas: provee los insumos materiales y técnicos necesarios para que personas como Isangeli aprendan un nuevo oficio y lo pongan en práctica durante el proceso de aprendizaje. El objetivo es que todos terminen su formación y puedan mejorar su calidad de vida a partir de los ingresos que obtengan gracias a las nuevas habilidades que están adquiriendo.

El CICR trabaja –junto con la Vicaría Nazareno La Pradera y con la organización de desarrollo social venezolana Superatec– para la formación laboral de alrededor de 160 jóvenes y adultos de la comunidad de La Vega en distintas profesiones, como barbería, peluquería, tejido de zapatos, computación y panadería.

No es la primera vez que se imparten estos cursos en la comunidad. "En otras oportunidades, aunque la convocatoria era buena, muchos de los alumnos no terminaban los cursos porque no teníamos los materiales para que pudieran aprender bien y ellos tampoco tenían los recursos para comprarlos", nos contó la hermana Corina, una de las encargadas de coordinar estas capacitaciones.

En zonas donde la violencia está presente en la vida diaria de sus habitantes, el acceso a oportunidades que les permitan mejorar su calidad de vida es escaso y, muchas veces, las condiciones son precarias. A este contexto, se suman otros factores, como la actual situación económica de Venezuela, que, entre otras cosas, los obliga a buscar nuevas alternativas para producir el dinero que necesitan para mantener a sus familias.

En sus 27 años de vida, Isangeli ha tenido que pasar por situaciones muy duras, como separarse de su mamá, quien emigró recientemente para buscar un mejor trabajo. "Lo único que pido es estar otra vez con mi mamá para abrazarla: me hace mucha falta", añora.

Además de desarrollar sus habilidades para la cocina, estas capacitaciones también le han ayudado a planificar su futuro como cocinera. "Mi meta es poner un negocio y que la gente me reconozca como la mejor pastelera", dijo con orgullo.