Millones de personas en zonas de guerra están indefensas frente a la propagación de la COVID-19 y de nuevas variantes porque no tienen acceso a las vacunas. Solo una parte de los 11 000 millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 administradas en todo el mundo llegó a los países afectados por conflictos armados.
Más de la mitad de los 25 países con las tasas de vacunación más bajas están inmersos actualmente en conflictos armados.
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Porcentaje de personas que recibió al menos una dosis de la vacuna:
Los países con conflictos armados prolongados suelen enfrentar varias complejidades inherentes a su realidad en lo referido a la gestión de las vacunas, desde deficiencias relativas a la cadena de frío y a la capacidad de almacenamiento hasta la escasez de electricidad.
Los ataques a clínicas y hospitales, la huida forzada del personal médico y de enfermería, la falta generalizada de seguridad, los toques de queda u otras limitaciones en lo referido a la movilidad también dificultan el acceso de la población civil a los servicios sanitarios, incluida la vacunación. Acortemos la brecha en materia de vacunación y lleguemos a todas las personas que las necesitan.

¿Por qué es importante?
La población de países afectados por conflictos armados —como Ucrania, Yemen y Etiopía— enfrenta una doble amenaza mortal: la guerra y la COVID-19. Si bien existen muchas otras complejidades y prioridades que deben atenderse, la COVID-19 suma presión a sistemas sanitarios de por sí frágiles e implican un mayor riesgo para la vida de las personas. Las vacunas reducen no solo el número de hospitalizaciones y de muertes, sino el riesgo de que surjan nuevas variantes.
Si bien los países más ricos respondieron a la oleada de la variante ómicron ofreciendo dosis de refuerzo, menos del 12 % de las personas que habitan en países de bajos ingresos han recibido una dosis.

Se necesita un esfuerzo conjunto
La comunidad internacional debe unirse y comprometerse a suministrar vacunas para poblaciones afectadas por conflictos armados, más allá de las dificultades o de las complejidades que conlleve el tramo más difícil.
Los gobiernos, los grupos armados no estatales, los fabricantes de vacunas y los donantes deben:
- invertir más en los mecanismos y en la capacidad de distribución locales a fin de que las vacunas salgan de las pistas de aterrizaje de los aeropuertos de las capitales y lleguen a las personas que viven en las líneas del frente y en las zonas remotas;
- reforzar y apoyar los sistemas de salud endebles como consecuencia de conflictos armados y de falta de inversión;
- reconocer la finalidad sanitaria de la "prevención de enfermedades" —incluida la administración de vacunas—, uno de los principios fundamentales del derecho internacional humanitario, para asegurarse de que todos los residentes de las zonas afectadas por conflictos armados tengan acceso a ella.

El CICR, junto con las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, facilitan la vacunación en el tramo más difícil ayudando a obtener acceso a través de las líneas del frente gracias a su labor humanitaria neutral y colaborando con la logística del transporte y la preservación de las cadenas de frío.
Protegiendo a cada persona, nos protegemos a todos.

Detrás de escena
El papel de la protagonista de El tramo más difícil es interpretado por Prisca Mary Draru, quien, al igual que en la ficción, es enfermera profesional en la vida real. "La actuación en esta película me resultó natural porque se trata del trabajo que hago todos los días", dice Prisca Mary Draru. Señala que, en las zonas rurales, el personal médico solo hace lo que puede, en definitiva, porque es el último eslabón de la cadena. Afirma que, a menudo, cuando las vacunas llegan, ya están vencidas.
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