Afganistán: las discapacidades físicas no son un impedimento para obtener agua

21-03-2014 Reportaje

A raíz de las hostilidades, unas 450 familias, incluidas más de mil personas con discapacidades, debieron desplazarse a un poblado donde no había agua suficiente para todos. Sin embargo, con apoyo del CICR y de las autoridades locales, lograron contar con un suministro de agua adecuado.


Hombres maniobrando hábilmente sus muletas por un terreno pedregoso. © CC BY-SA 2.0 / Jessica Barry

Muchas de las 450 familias desplazadas que viven en el distrito de Surkhrud, en las afueras de Jalalabad, este de Afganistán, llegaron al lugar en 2004 para refugiarse de los enfrentamientos Entre ellas, hay unas mil personas con discapacidades, en su mayoría amputadas. Tras llegar a un acuerdo con las autoridades locales, se instalaron en un poblado que tenía pocas comodidades para ofrecer. “El lugar era como un desierto cuando llegamos”, recuerda Najibula Shirzad, jefe del Shura, o consejo, del poblado, y víctima él también de una mina antipersonal.

Niños reunidos alrededor de una bomba manual para llenar los bidones de agua.  

Distrito de Surkhrud, Jalalabad, Afganistán
Niños reunidos alrededor de una bomba manual para llenar los bidones de agua.
/ CC BY-SA 2.0 / Jessica Barry

La única fuente de agua para satisfacer todas las necesidades de la comunidad era un río contaminado. Por ello, cada familia contribuyó con un pequeño monto de dinero para perforar un pozo. Pero los años fueron pasando y la comunidad se fue haciendo cada vez más numerosa, y ya no hubo agua para todos. A su vez, el pozo se fue deteriorando.

Los pobladores, muchos de los cuales eran pacientes de un centro de rehabilitación física cercano dirigido por el CICR, decidieron acudir a la Institución para pedirle ayuda a fin de solucionar el problema de la falta de agua.

"Después de que se pusieron en contacto con nosotros, le pedimos al Shura que hiciera una propuesta y la enviara a la Unión Afgana de Discapacitados, que ahora se llama Organización para el Desarrollo y la Capacidad”, explica Sayed Shah, ingeniero del CICR a cargo de los proyectos de agua y hábitat en la región de Jalalabad. A su vez, la mencionada institución hizo llegar la propuesta al departamento local de bienestar social para formalizar el pedido del Shura de reparar el pozo existente, perforar otros cuatro pozos e instalar bombas manuales en todo el poblado. Estas actividades contaron con el apoyo técnico y financiero del CICR.

El proyecto se aprobó, y las obras comenzaron en marzo de 2013. Los miembros de la comunidad facilitaron la mano de obra. Fueron contratados un encargado de mantenimiento y guardias para que cuidaran de los equipos y los repuestos. La colocación de las bombas manuales en lugares de fácil acceso para el público fue responsabilidad del Shura. El CICR capacitó a dos pobladores para que se encarguen del mantenimiento y la reparación de las bombas y los pozos. El trabajo finalizó cerca de fin de año.

Instalación de conductos a ambos lados de senderos plagados de baches.  

Distrito de Surkhrud, Jalalabad, Afganistán
Instalación de conductos a ambos lados de senderos plagados de baches.
/ CC BY-SA 2.0 / Jessica Barry

Hace unos pocos días, Najibula Shirzad y los demás miembros del Shura llevaron a cuatro visitantes del CICR a recorrer Surkhrud y ver el programa finalizado. A ambos lados de los senderos plagados de baches que se extienden entre las casas, hombres y niños estaban cavando desagües, en el marco de un nuevo proyecto. En otras partes, grupos de niños llenaban bidones amarillos en las bombas manuales de metal gris. En una calle lateral, otras personas mezclaban concreto y reparaban sus viviendas.  A lo largo de una ardua caminata detrás del Shura, y al observar a los hombres maniobrar hábilmente sus muletas sobre un suelo pedregoso, podía percibirse la determinación y la resiliencia que a lo largo de los años ha llevado a esta comunidad a convertir el terreno polvoriento que la rodeaba en un lugar habitable, con agua fresca, olivares, campos verdes, una mezquita e incluso una escuela.

"Ahora estamos en el centro del poblado”, dijo Najibula al llegar al punto donde se cruzaban cuatro senderos pedregosos. “Sigamos y vayamos a ver algo más para lo que también necesitamos la ayuda del CICR”. Todos comenzaron a subir lentamente una colina.

"Vea, allí abajo”, señaló Najibula al llegar al extremo del poblado, desde donde se veía una planicie amarronada de millas y millas de longitud. “El año pasado, las inundaciones se llevaron algunas de las viviendas de este lugar; necesitamos su ayuda para construir un muro de contención.”

Era obvio que había una necesidad, pero no se hizo ninguna promesa. Antes se necesita una propuesta y el consentimiento de las autoridades.

Tras las paredes de adobe y ladrillo de las viviendas familiares, las mujeres tenían preocupaciones más urgentes que un muro de contención de inundaciones. “Como ve, nos falta de todo”, dijo algo fatigada una mujer, madre de ocho niños, mientras nos mostraba un patio casi vacío. Luego se sentó sobre un tapete para amamantar a su bebé. “No tenemos ninguna facilidad; el agua la sacamos de una bomba manual de la calle.” Sin embargo, admitió que el agua que hoy utiliza es mucho más limpia que la del río del que ella y sus hijas solían sacar agua en el pasado.

Al terminar el recorrido por el poblado, los visitantes se prepararon para partir, impresionados por la capacidad de trabajo de una comunidad de la que numerosos miembros padecen enormes discapacidades físicas. Pero antes de partir, Najibula, jefe del Shura, quiso decir algo más. “No olviden consultar por nuestro muro de contención”, insistió.

“Nosotros podemos encargarnos de las obras, sólo necesitamos su apoyo.”