Preguntas frecuentes sobre la Convención sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal o "Tratado de Ottawa"

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Conocida oficialmente como la "Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destrucción", esta Convención es un acuerdo internacional que prohíbe el empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal. Se adoptó en 1997 y entró en vigor en 1999. También se la conoce comúnmente como Tratado de Ottawa.
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Las minas antipersonal causan sufrimiento humano a largo plazo dado que provocan la muerte y la mutilación de personas civiles —a menudo niños— mucho después de la finalización de los conflictos armados. Es abrumadora la forma en la que estas armas dañan a quienes no son su objetivo de ataque. El tratado se redactó para eliminarlas y reducir su efecto devastador en las personas civiles.
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Hasta hoy, son 165 los países que lo han hecho, cifra que representa a la mayoría de las naciones del mundo. La Convención es uno de los tratados con mayor apoyo que se ocupa de un arma específica por motivos humanitarios. Sin embargo, algunos Estados, como Estados Unidos, Rusia y China, no lo han firmado.
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- No emplear, desarrollar, producir, adquirir, almacenar, conservar ni transferir minas antipersonal.
- Destruir todas las minas almacenadas en un plazo de cuatro años.
- Eliminar todas las minas de las zonas minadas en un plazo de diez años.
- Brindar asistencia —atención médica, rehabilitación, reintegración en la sociedad— a las víctimas de explosiones de minas terrestres.
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Las minas antipersonal están diseñadas para matar o provocar heridas graves cuando son activadas por una persona, es decir que son inherentemente activadas por sus víctimas. Es difícil verlas, dado que por lo general están enterradas o camufladas en el suelo. Algunas, como las minas explosivas, detonan directamente bajo los pies, lo que genera lesiones graves en los miembros inferiores; otras, como las minas de fragmentación, proyectan fragmentos metálicos sobre una superficie más amplia y provocan lesiones en muchas personas. Por estas características, son fáciles de activar y no hay distinción entre combatientes y personas civiles, como los agricultores que cuidan sus tierras o los niños que caminan hacia la escuela. Además, las minas antipersonal son peligrosas para las fuerzas propias y aliadas, sobre todo durante operaciones de combate en entornos cambiantes.
Los sobrevivientes suelen sufrir lesiones de por vida, lo que genera discapacidad física permanente a causa de la pérdida de extremidades y obstaculiza considerablemente su participación plena, equitativa y efectiva en la sociedad.
Las minas antipersonal, incluidas las denominadas "no persistentes" o "de autodesactivación", tienen consecuencias humanitarias devastadoras y a largo plazo. Hasta que no son eliminadas de manera segura, siguen siendo una amenaza para las comunidades durante años, incluso décadas, posteriores a la finalización de las hostilidades. Su presencia, o presunta presencia, impide la recuperación y la reconstrucción, retrasa el regreso de las personas desplazadas, restringe el acceso a infraestructura y servicios esenciales como la educación y la atención de salud, y es un obstáculo para los usos productivos y seguros de las tierras contaminadas. Esto tiene profundas consecuencias para el desarrollo socioeconómico.
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Las minas antipersonal son diferentes de las minas antivehículo, que están diseñadas para que sus objetivos sean vehículos y necesitan mayor presión para detonar. El Tratado de Ottawa prohíbe específicamente las minas antipersonal pero no las minas antivehículo.
Asimismo, este tratado no prohíbe artefactos de detonación dirigida que se disparan con control remoto y suelen ser de fragmentación direccional. Sin embargo, cuando este tipo de munición es activada por la víctima —por ejemplo, por la presión que hace una persona al pisarla o al estar en contacto con un cable trampa— se la considera una mina antipersonal y, por lo tanto, está prohibida en virtud de la Convención.
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Concepto erróneo 1: la Convención debilita la seguridad nacional y la eficacia militar.
Realidad: la Convención no impide que los países usen otras medidas defensivas, por ejemplo, alternativas modernas como tecnologías de vigilancia combinadas con armas de precisión —como drones de pilotaje con visión remota— que son más útiles para el ataque a personal y sistemas militares y tienen menores riesgos residuales. Muchas fuerzas militares en todo el mundo han logrado adaptar eficazmente sus estrategias sin recurrir a las minas antipersonal.
Concepto erróneo 2: las minas antipersonal son necesarias para la defensa de las fronteras.
Realidad: la defensa de las fronteras puede mantenerse con eficacia mediante una combinación de sistemas de vigilancia, patrullas y otras defensas militares que no dañen a personas civiles de forma indiscriminada. Las minas terrestres suelen dañar a las poblaciones locales en lugar de disuadir la agresión.
Concepto erróneo 3: el tratado ha fracasado porque algunas de las principales potencias no lo han firmado.
Realidad: el tratado ha generado una fuerte estigmaticación internacional contra las minas antipersonal, por lo que su producción, comercio y uso a nivel mundial se han reducido considerablemente. Incluso hay países no signatarios que han adoptado políticas para restringir su uso. Asimismo, ha logrado que se hagan esfuerzos generalizados por eliminarlas, lo que ha salvado innumerables vidas.
Concepto erróneo 4: los grupos armados no estatales no respetan el tratado, por lo que se torna ineficaz.
Realidad: si bien algunos grupos armados no estatales siguen usando minas antipersonal, la estigmatización contra ellas ha crecido considerablemente. Las prohibiciones de la Convención se aplican de manera indirecta a los grupos armados no estatales y a las personas bajo la jurisdicción de un Estado Parte (por ejemplo, los que están en su territorio o sus ciudadanos). Además, gracias al Acta de Compromiso del Llamamiento de Ginebra, más de 50 grupos armados no estatales se han comprometido formalmente a una prohibición total de las minas antipersonal y a cooperar en las iniciativas de acción contra las minas.
Concepto erróneo 5: las minas antipersonal son armas de bajo costo.
Realidad: si bien puede haber sido así en el pasado, cuando los Estados y otros actores tenían acceso a los almacenes de la época de la Guerra Fría, las normativas actuales sobre adquisición militar y almacenamiento de municiones imponen mayores requisitos para el transporte, la seguridad del almacenamiento y los procedimientos de activación diferida. Asimismo, el despliegue de minas antipersonal es costoso y requiere medidas de protección y mantenimiento.
Concepto erróneo 6: las minas antipersonal son eficaces para el bloqueo de accesos.
Realidad: son realmente muy pocos los avances que ha habido en materia de minas antipersonal desde la entrada en vigor del Tratado de Ottawa en la década de 1990. Por el contrario, las contramedidas militares como los sistemas mecánicos y remotos de neutralización de minas explosivas han mejorado considerablemente en despliegue y velocidad, lo que ha vuelto a las minas antipersonal obsoletas como medio militar de bloqueo de acceso.
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La Convención sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal ha fomentado una comunidad de intercambio de prácticas que incluye Estados, organizaciones internacionales, ONG y sobrevivientes. Ha fortalecido la regla de transparencia gracias a la presentación periódica de informes y ha establecido estándares y metodologías internacionales para la remoción de minas terrestres, la educación sobre el peligro y la asistencia a las víctimas. Además, el tratado ha allanado el camino para otros tratados de desarme, como la Convención sobre Municiones en Racimo, lo que demuestra que los tratados de desarme humanitario pueden ser eficaces, aunque no cuenten con participación universal.
- Se han destruido más de 55 millones de minas terrestres almacenadas.
- La cantidad de países que producen minas terrestres se ha reducido de más de 50 a menos de 10.
- El uso de minas antipersonal a nivel mundial ha disminuido drásticamente.
- Gracias a las operaciones de remoción a gran escala, las que solían ser zonas de hostilidades hoy son seguras para las personas civiles.
- La Convención ha brindado una plataforma a los sobrevivientes, por lo que sus opiniones son escuchadas y su participación se prioriza en los ámbitos nacional e internacional.
- Miles de víctimas de minas terrestres han recibido asistencia para acceder a servicios de salud y rehabilitación.
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- Retrasos considerables en el desminado de zonas contaminadas: hay 35 Estados Partes que todavía deben cumplir con sus obligaciones de remoción, por lo que son cada vez más los Estados Partes que piden extensiones de sus plazos para remover minas.
- Baja tasa de universalización.
- Incumplimiento de la obligación de destruir almacenamientos y de adoptar medidas de implementación a nivel nacional. Son 46 los Estados que aún no han informado si cuentan con legislación suficiente.
- Cantidades desmedidas de minas antipersonal conservadas por 61 Estados Partes con finalidades permitidas.
- Asistencia insuficiente a las víctimas.
- Problemas en aumento debido al creciente uso de minas antipersonal improvisadas, principalmente por grupos armados no estatales.
Además, han resurgido reivindicaciones sobre la utilidad militar de las minas antipersonal, lo que ha encendido el debate en algunos Estados acerca de su posible retiro de la Convención.
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- Promoción de la ratificación universal del tratado.
- Apoyo a las organizaciones que trabajan en el desminado y en la asistencia a las víctimas.
- Sensibilización acerca del impacto humanitario de las minas terrestres.
- Presión a los Estados no signatarios para que se adhieran a los principios del tratado.
El Tratado de Ottawa sigue siendo un logro emblemático en materia de desarme humanitario, lo que demuestra que la cooperación internacional puede reducir los efectos devastadores de la guerra en las personas civiles.