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Sri Lanka: ayuda para que las personas vulnerables reconstruyan sus vidas

En el norte y el este de Sri Lanka, los hogares a cargo de mujeres y las personas discapacitadas a raíz del conflicto se encuentran dentro de los grupos vulnerables que necesitan apoyo para generar medios de vida sostenibles. El CICR les brinda la posibilidad de emprender actividades para generar ingresos, y les ayuda a desarrollar las capacidades necesarias.

Como consecuencia del pasado conflicto en Sri Lanka, numerosas mujeres tuvieron que convertirse en jefas de hogar responsables del sustento familiar. Asimismo, las personas que quedaron discapacitadas y otras personas económicamente vulnerables quedaron libradas a su suerte e incluso tienen que mantener a familias enteras. Todas estas personas han tenido que buscar la forma de ganarse el sustento, no siempre con la capacidad o la experiencia necesarias.

"El CICR les ayuda a encontrar maneras sostenibles de generar ingresos", explicó MSM Kamil, encargado del departamento de Seguridad Económica del CICR en Colombo. "Se trata de un paso hacia la reconstrucción de su futuro", agregó.

Gran parte de esta labor se logra a través de los programas de emprendimientos microeconómicos y de apoyo a los medios de sustento dentro de la comunidad, aplicados en los distritos de Vavuniya, Kilinochchi y Mulaithivu, que beneficiaron a unos 1.120 hogares entre octubre de 2011 y junio de 2014. Algunos de estos programas se realizaron en colaboración con la Cruz Roja de Sri Lanka. Asimismo, el programa de emprendimientos microeconómicos ha ayudado a más de 373 ex combatientes pertenecientes a los Tigres de Liberación del Eelam Tamil a convertirse en trabajadores independientes y a integrarse socialmente en la comunidad.

Desde comienzos de 2014, la ayuda a los hogares vulnerables está en concordancia con los programas del gobierno de Sri Lanka que fomentan el sostenimiento independiente de las comunidades.

Esperanzas renovadas

Puvaneswaran Kavita (de 24 años de edad) es viuda. Se reasentó  en Valluvarpuram, Kilinochchi junto con su hija y sus padres tras el fin el conflicto, pero no tenía un ingreso estable. Se inscribió  en el programa de emprendimientos microeconómicos y, con el subsidio que recibió, abrió un taller de reparación de bicicletas.

“Hasta ahora me va muy bien”, dijo. “De mis ingresos mensuales de 15.000 rupias, reinvierto 5.000 en la compra de repuestos, y tengo cada vez más trabajo.”

Actualmente, Kavita gana lo suficiente no sólo para satisfacer las necesidades diarias de su hogar, sino también para ahorrar algo de dinero destinado a su hija y para mantener a sus padres. Ahora puede mirar al futuro con esperanzas renovadas.

Sentando los cimientos de un nuevo futuro


En un nuevo comienzo, Nadarasa y su esposa han iniciado la construcción de su propia casa. Dado que el taller se encuentra en su casa, puede dedicarle un tiempo precioso a su familia, recuperando los años perdidos cuando estaban desplazados y separados. © CC BY-NC-ND / ICRC / Lyanne Lin Chu Kao

En plena reconstrucción de  su vida, Veerakudy Nadarasa (de 53 años de edad) tiene numerosas razones para estar contento. Con la ayuda del CICR, ha vuelto a reunirse con su familia luego de vivir separados durante el conflicto. Ahora viven juntos en un refugio transitorio en Puthukudiyiruppu Este, donde se han reubicado. Nadarasa también tiene un negocio floreciente que le rinde lo suficiente como para mantener a su esposa y sus tres hijos.

Nadarasa es obrero de la construcción y ahora fabrica postes de cemento para alambrados y vallados. Emprendió su actividad con un subsidio del programa de emprendimientos microeconómicos al que se hizo acreedor por su condición de vulnerabilidad económica. Con la experiencia adquirida, se convirtió en el único trabajador de su aldea capaz de realizar este tipo de tarea. Su reputación por la calidad del  trabajo que realiza ha circulado por las aldeas vecinas, y esto le ha traído una creciente cantidad de pedidos, inclusive de regiones de ultramar.

“Recibo tantos pedidos que a veces tengo dificultad en cumplirlos”, se alegró.

Al igual que Kavita, Nadarasa también pudo ampliar su negocio reinvirtiendo sus ganancias en la compra de herramientas para su actividad.

Más allá del éxito económico


Rani Amma recoge una abundante cosecha de cebollas de su jardín. © CC BY-NC-ND / ICRC / M Kamil

Nadeeshan Rani Amma, de 62 años de edad, era famosa como ganadera en su pueblo natal de Mannakandal, Oddusudan, en el distrito de Mullaitivu.  Lamentablemente, perdió sus 100 cabezas de ganado durante el conflicto.

Cuando recibió el subsidio otorgado por el programa de emprendimientos microeconómicos, optó por cultivar cebollas. Vendió su primera cosecha en el mercado local por 20.000 rupias de Sri Lanka,  con lo que compró dos vacas. Actualmente, Rani Amma tiene 17 reses y amplió su actividad con la venta de leche. También está cavando un pozo de agua que le ayudará a cultivar sus productos en forma más eficiente en el futuro.

“Mis vacas rinden hasta 15 litros de leche por día”, explicó Rani Amma. “Le vendo la producción a Nestlé, que tiene un centro de recolección de leche en la aldea, y me paga 46 rupiaspor litro.

Su éxito económico le ha permitido brindarle un hogar a un niño huérfano a raíz del conflicto, que ahora está a su cargo. También se siente increíblemente feliz de haber podido ver que su hija contrajo matrimonio.