Los vehículos que transportaron los restos llegaron en caravana durante la noche, y fueron recibidos por la gente que iluminaba su paso con la luz de las velas. Quiquil carece de energía eléctrica.
La llegada de los restos siempre es un momento muy dificil para las familias. El dolor por la pérdida de un ser querido se hace intenso, agudo, insoportable.
Con el transcurso de las horas el dolor se mezcla con el alivio de poder tener, luego de tantos años, un lugar donde llorar a sus seres queridos.
A primera hora de la mañana, los restos fueron llevados en hombros por familiares y habitantes de la aldea, todos unidos en un cortejo silencioso.
El enclave para el entierro, ubicado a dos kilómetros de la aldea, fue escogido por los propios miembros de la comunidad. Es el lugar donde cinco años antes fue encontrada una de las fosas con restos de las personas muertas a manos de soldados en 1982.
Ante la falta de un presupuesto adecuado del Programa Nacional de Resarcimiento de Guatemala, el CICR construyó los nichos para los restos de estas víctimas con el fin de contribuir a darles un entierro digno.
“Estamos aquí como parte de los afectados, son nuestros familiares los que murieron”, declaró Nicolás Domingo, quien sobrevivió al ataque ocurrido en 1982 en Quiquil.
“Cuando lleguen mis hermanos voy a poderlos llorar. De la familia quedo solo yo para hacerlo”, comentó Angelina Pedro Nicolás Esteban, poco antes de la llegada de los restos.
Aunque las heridas causadas por el conflicto armado son profundas, esta ceremonia ha permitido a los familiares despedir a sus parientes y tratar de cerrar el duelo de su muerte.
En Guatemala aún hay 42.000 personas desaparecidas cuyas familias siguen sin respuestas. Este sufrimiento perdura en el tiempo y llega a marcar a la sociedad durante generaciones.
El dolor por la ausencia de un ser querido desaparecido y los efectos del conflicto armado perviven en Guatemala y han marcado a los sobrevivientes y a los familiares de las víctimas durante años. Muchos tuvieron que desplazarse a otras áreas del país o inclusive más allá de sus fronteras. Después de varias décadas, algunas de las personas afectadas emprendieron un largo viaje de regreso para dignificar la memoria de sus seres queridos en una ceremonia celebrada en Quiquil, el 21 de enero de 2016.
Ubicado al norte del departamento de Huehuetenango, el caserío de Quiquil es una zona profundamente afectada por el conflicto armado que vivió Guatemala durante más de tres décadas (1960-1996). Alrededor de 80 personas cayeron víctimas de un ataque contra la población el 28 de junio de 1982. Algunos sobrevivientes huyeron de la aldea sin volver a saber de sus familiares.
En 2009, tras localizar cinco fosas con restos humanos, la Fundación de Antropología Forense (FAFG) exhumó los restos de 50 personas asesinadas aquel día. El CICR construyó los nichos para dar a las víctimas un entierro digno.
Después de 33 años de una dolorosa espera, el 20 de enero de 2016, familiares de las víctimas y habitantes de Quiquil pudieron recibir al fin los restos de 50 seres queridos y ofrecerles una digna sepultura.