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Paraguay: más que una huerta

Manos y brazos fuertes. La piel, castigada por el sol. A los 75 años de edad, con la azada en las manos y una sonrisa ancha, doña Valeriana Granse Franco no esconde su alegría. Viuda, divide un terreno de 8 hectáreas con su hijo, su nuera y sus tres nietos en Tacuatí Poty, pequeño asentamiento en el departamento de San Pedro. Allí, la población sufre las consecuencias humanitarias de la situación de violencia que afecta la zona y otros desafíos.

Trabajar la tierra ha sido su vocación de toda la vida, pero en la zona norte de Paraguay no basta con tener buena tierra. El sol y el calor intensos durante al menos 9 meses al año no permiten el cultivo permanente de verduras y hortalizas, lo que obliga a las familias a gastar sus escasos recursos de la venta , principalmente, del sésamo y del tártago, en la compra de verduras. "En el invierno nomás plantamos, porque sin media sombra no hay caso. El sol no deja. Y si hay heladas también, ahí sí que no hay nada", cuenta Nélida González, nuera de doña Valeriana.

Realidad que está cambiando para la familia de doña Valeriana y otras 106 familias de Tacuatí Poty, beneficiadas por el programa de huertas familiares del CICR, realizado en cooperación con la Cruz Roja Paraguaya (CRP).

"La huerta familiar fue una necesidad identificada por las propias comunidades junto con el CICR, porque trae una serie de mejoras", explica el jefe adjunto de la delegación regional del CICR, José Delgado. Hay una mejora de la situación económica de las familias, al tener una producción propia durante todo el año. "Además del clima, la estigmatización de la zona y la lejanía geográfica elevan el costo de los productos", completa.

"Esto es muy lindo, porque para cultivar hay que poner muchas cosas. Quiero tener muchos productos. Hoy, mi hija me trae verduras de Asunción. Ahora, con la huerta, yo le voy a dar verduras para que ella se las lleve", afirma, entusiasmada, doña Valeriana. ©CICR/Bruno Radicchi

El programa del CICR consiste en la entrega de los materiales más costosos, como alambre, tejido y malla para la media sombra, herramientas y semillas, además de capacitación en el manejo de los cultivos. En contrapartida, las familias deben preparar la tierra, disponer la madera para delimitar el área y la mano de obra. Según Delgado, esto lleva a comunidades más unidas, más resilientes, mejor preparadas y más confiadas en sus capacidad para afrontar sus problemas cotidianos.

"La huerta nos ayudará en la alimentación de los niños, y para que crezcan con el hábito de consumir alimentos sanos. Además, es un beneficio económico, pues nuestra expectativa es tener verduras todo el año", explica la líder comunitaria Victoria Sanabria.

En esta primera etapa del programa, se priorizó la entrega de ayuda a familias con personas detenidas, adultos mayores, familias con más de diez personas, madres solteras y algunas familias que tienen experiencia en huertas para que sirvan de referencia para los demás.

Como gran parte de los campesinos comparte el terreno, se entregaron los materiales para la instalación de 77 huertas. Las herramientas y semillas para lechuga, zapallo, zanahoria, tomate, pimienta, cebolla y ajo serán distribuidas en marzo, después de la etapa de armado de las huertas y preparación de la tierra.

Alcadio Prieto Vera. En su casa viven 13 familiares, entre sus 6 hijos y nietos. "Es la primera vez que recibimos ayuda. Y esto es muy bueno, porque para comprar verduras es muy caro. Ahora estoy tranquilo, esto es eterno. Me gusta esto". ©CICR/Bruno Radicchi

El programa de huertas familiares atiende las necesidades de familias campesinas en situación de vulnerabilidad, que se vieron afectadas por la violencia en el norte de Paraguay, en asentamientos en los departamentos de Concepción y San Pedro.

"Esto es muy lindo, porque para cultivar hay que poner muchas cosas. Quiero tener muchos productos. Hoy, mi hija me trae verduras de Asunción. Ahora, con la huerta, yo le voy a dar verduras para que ella se las lleve", afirma, entusiasmada, doña Valeriana.

Además de Tacuatí Poty, el CICR desarrolla actividades en Santo Domingo, Arroyito y Nueva Fortuna.

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