República Democrática del Congo: artículos domésticos para un nuevo comienzo
El conflicto armado en República Democrática del Congo (RDC), que ha durado más de 20 años, todavía expulsa a muchas familias de sus hogares. Los que regresan, después de meses e incluso años de vivir en la selva, a menudo no tienen nada. El CICR distribuye artículos domésticos de primera necesidad en la remota provincia de Kivu del Norte: 14.000 personas han recibido ayuda en Rungoma.
Son apenas las 8 de la mañana. La bruma todavía cubre las colinas cercanas, pero 41 trabajadores humanitarios (personal del CICR y voluntarios de la Cruz Roja de la República Democrática del Congo) se esfuerzan por transformar la "cancha" de Rungoma en un punto de distribución. Ya empiezan a llegar familias, algunas de las cuales han caminado hasta tres horas para llegar al lugar. Los diez camiones, cargados con ollas, tela, mantas y colchonetas, no pudieron avanzar más. "Hoy es nuestro segundo día", explicó Marcel Mbilizi, que está a cargo de la operación. "Pero todavía tenemos mucho por hacer. Necesitamos poner los postes y las cuerdas para que la población sepa dónde ir, instalar mesas para comprobar los datos de las personas, colocar parasoles para tener un poco de sombra, dar instrucciones a los voluntarios y explicar a los pobladores cómo funcionan las cosas".
Cuando visitó por primera vez la zona hace seis meses, el personal del CICR vio las condiciones de vida deplorables en Mutongo, Kaseke y Misoke, que están entre los territorios de Masisi y Walikale, en Kivu del Norte, a 1.500 kilómetros de la capital, Kinshasa. Obligadas a vivir durante años en la selva, algunas familias han aprovechado este período de relativa calma para regresar a sus hogares. "Por el conflicto, estas aldeas fueron incendiadas tres años seguidos desde 2011", afirmó Alexis Muhindo, encargado de proteger a los civiles. "Cuando la población regresó a casa, no quedaba nada. Sus casas habían sido destruidas. Colchonetas, mantas, utensilios de cocina... Ya no había nada".
Alexis todavía recuerda la sorpresa y la alegría de la población local cuando llegó a Rungoma junto con los otros miembros del equipo, los únicos trabajadores humanitarios que lograron alcanzar esta remota región en años. Les llevó tres horas en moto hacer el trayecto de 32 kilómetros de sendero estrecho, cubierto de vegetación que separa la aldea de la ciudad más cercana.
Luego tuvieron que cruzar el río en una barcaza, porque el puente se había derrumbado. Una vez en el lugar, descubrieron que la situación era apremiante. "La población nos contó que muchos de ellos dormían en el suelo, sin siquiera una sábana sobre la que acostarse", señaló Alexis. Sin embargo, la peligrosa situación impidió durante cuatro meses que el CICR pudiera regresar a la zona para hacer una evaluación más detallada de las necesidades.
A principios de 2015, los delegados pudieron finalmente empezar a llevar ayuda a estas comunidades. "Pasamos cinco días yendo de puerta a puerta para hacer un registro de familias. Algunas ni siquiera tenían un recipiente para juntar agua", afirmó Jean-Pierre Tshishimbi, voluntario de la Cruz Roja de RDC. "Estos objetos definitivamente van a mejorar su vida cotidiana".
Una de las personas que recibieron ayuda del CICR fue una joven llamada Chance. Embarazada de su primer hijo, regresó a su hogar hace poco tras pasar dos años lejos de su aldea, Misoke. "Estaba feliz de volver a casa, aunque la situación fuera difícil. Mi marido y yo hemos construido una casa, pero por ahora sigue vacía", señaló.
El día anterior, había habido canciones y bailes en las aldeas. Ahora, cerca del lugar de distribución, el ambiente era todavía alegre, con familias que iban de un lado a otro y organizaban los objetos que habían recibido. Fidéline volvió a Misoke con su esposo y los nueve hijos de la pareja cuando oyó que sus vecinos habían comenzado a regresar. Después de dos años de ausencia, al llegar descubrieron que su casa había sido destruida. Tuvieron que quedarse con familiares mientras su esposo construía una nueva vivienda. Con una amplia sonrisa, dejó en el suelo el balde nuevo, la lona impermeable y la bolsa de 17 kilos con ollas de cocina, tres mantas, tres colchonetas, tela, jabón y una azada. "Ha llovido mucho y nuestro tejado está hecho de hojas de palmera, que no nos protegen de la lluvia", explicó. "Esta lona nos mantendrá secos esta noche. Antes tampoco había nadie que tuviera suficientes ollas: siempre teníamos que prestárnoslas unos a otros. Ahora la vida va a ser más fácil".
Las labores de distribución terminaron a primera hora de la tarde, para que la población pudiera volver a casa antes del anochecer. "Un total de 2.000 familias recibieron ayuda de manera tranquila y organizada", señaló Emeneya Muhima, responsable de la asistencia en situaciones de desastre de la Cruz Roja de la RDC en Mutongo. El evento fue un éxito, especialmente teniendo en cuenta los obstáculos logísticos que implicaba. La seguridad era uno de ellos, pero la distancia era otro: a los camiones les llevó dos días hacer 160 kilómetros y transportar alrededor de 40 toneladas de carga hasta el lugar accesible más cercano.
En las próximas semanas, los delegados del CICR van a regresar a Rungoma para proporcionar alimentos. Después, si las condiciones de seguridad lo permiten, esperan empezar a distribuir semillas. Chance, Fidéline y otras 14.000 personas como ellas podrán entonces volver a sembrar sus campos y a ganarse la vida en las aldeas de Mutongo, Burumbi, Kaseke, Misoke, Itondo, Kalambrio, Muhirya y Myanga.
Fotos : CC BY-NC-ND/CICR/Elodie Schindler