Venezuela: formando el futuro desde una escuela en Petare

Venezuela: formando el futuro desde una escuela en Petare

A pesar de la pandemia y otras adversidades que lo afectan, las puertas del prescolar Guillermina Rickel se abren constantemente para recibir a sus pequeños estudiantes. Allí los espera Tamara Cárdenas, una trabajadora de la escuela, quien junto a Johankys, Losbeida y otras mujeres que se hacen llamar “Las Guillermineras”, se encargan de atender y educar a los niños, además de cuidar el colegio y el comedor que allí funciona.
Artículo 26 octubre 2021 Venezuela

Ya son más de 20 años los que Tamara ha trabajado en este prescolar ubicado en la comunidad del 24 de marzo de Petare, una de las zonas más afectadas por la violencia armada en Venezuela. En ese lugar, ha desempeñado diferentes roles como obrera, portera y ahora asistente de la dirección. "Yo oriento a los niños y a veces los asisto en temas de salud, porque también trabajo en un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) y estoy estudiando enfermería. Ayudo en todo lo que puedo porque me gustan los retos", comenta orgullosa, pero con una sonrisa discreta.

Al contar la historia de su escuela, Tamara recuerda que en el 2019 el prescolar tenía muchas carencias, las maestras no tenían los recursos para trasladarse hasta allí y el comedor dejó de funcionar en algunas ocasiones por falta de insumos. A pesar de eso, se mantuvieron como un equipo muy unido y su motivación por mejorar la situación siempre estuvo presente, por lo que Tamara decidió contactar al CICR.

"Cuando las personas del CICR entregaron unos insumos en el CDI donde yo trabajo, les pedí ayuda para el prescolar, les hablé de las carencias que tenían los 250 niños que ahí estudian y de que no contábamos con todos los recursos y equipos para el comedor del colegio en ese momento", señala.

Con mucho entusiasmo y esperanza, Tamara esperaba la visita que finalmente traería alegría a su querida escuela. "Algunos no creyeron que alguien vendría a ayudarnos, pero al poco tiempo, el CICR nos visitó, y desde entonces para mí ha sido muy gratificante recibirlos. En 2019 nos donaron la cocina, la nevera y la licuadora para el comedor escolar. Nosotros teníamos el interés, pero no teníamos las herramientas y gracias a esos equipos pudimos trabajar mejor", recuerda con emoción.

Cuando las clases presenciales se detuvieron por la pandemia de COVID-19, las maestras y demás colaboradoras del prescolar se esforzaron por mantener el comedor en funcionamiento, ante una situación en la que las necesidades de alimentación crecieron. "Los niños necesitaban seguir comiendo y nosotros hicimos lo imposible por rendir los insumos que nos llegaban. A veces las personas de la comunidad nos colaboraban con algunos ingredientes y nosotras hacíamos la comida no solo para los niños, sino para todo aquel que lo necesitara".

Los constantes enfrentamientos armados en esta zona de Petare son otra de las tantas adversidades que afectan la vida de la comunidad. Sin embargo, eso no ha impedido que Tamara y sus compañeros acudan al prescolar con frecuencia para resguardar este espacio de la violencia armada. "Este colegio es nuestro y tenemos que cuidarlo. Mis hijos estudiaron aquí y las generaciones que vienen también van a necesitar este espacio para formarse y aprender, por eso, aunque no haya clases, venimos", señala.

El compromiso y la confianza de Tamara, las maestras y otras personas de la comunidad, le ha permitido al CICR acceder a la localidad para trabajar en el mejoramiento del prescolar, a través de la instalación de un sistema eléctrico directo para esta institución y el desmalezamiento de las áreas externas y el parque escolar, lo cual será de mucho apoyo para cuando los niños y niñas regresen a clases.

"La gente me pregunta qué hago aquí, y la respuesta es simple: es por la satisfacción que queda cuándo ayudas a los otros, aunque los recursos sean pocos. Cuando tú formas a un niño, tú creas valores y fortalezas, creas personas maravillosas para el futuro, no importa que estén en el barrio".

El CICR reconoce el acceso a la educación como una necesidad de los niños, niñas y adolescentes, que les permite desarrollar su potencial y mejorar su calidad de vida, pues vivir en entornos afectados por la violencia armada, perjudica y dificulta su acceso a oportunidades de aprendizaje.

El CICR ha apoyado al colegio Guillermina Rickel de Petare con la donación de enseres y equipos de cocina para el comedor escolar, donación de material de higiene, el mejoramiento del sistema eléctrico, la rehabilitación de espacios y el desmalezamiento de las áreas externas para que los niños y niñas que allí estudian puedan tener un espacio digno donde aprender.

En la misma zona, la organización también ha ayudado al colegio Manuel Aguirre con la donación de enseres y material de higiene para el comedor escolar, la reparación de una bomba de agua y la realización de talleres de comportamiento seguro y primeros auxilios.