Página archivada:puede contener información desactualizada

La protección de la población civil en período de conflicto armado

15-09-1995 Informe

  INTRODUCCIÓN  

El término de la guerra fría no dio paso, desafortunadamente, al apaciguamiento generalizado que cabía augurar.

Aunque para algunos conflictos, localizados en las líneas de ruptura de las antiguas confrontaciones ideológicas y de las luchas de influencia, hubo una salida mediante negociaciones o gracias a la victoria militar de una de las partes, otros han perdurado. Además, se han desencadenado nuevos conflictos, más numerosos que los que se han resuelto.

A escala mundial cabe, pues, comprobar que hay actualmente una multiplicación de conflictos y una progresión de la guerra. En 1995, se han contabilizado más de 30 conflictos armados.

El desencadenamiento de nuevos enfrentamientos y el aumento de la inseguridad y de los disturbios en varias partes del mundo se caracterizan por elementos, a menudo acumulativos, que desempeñan un papel primordial en relación con el respeto debido a la población civil, la propagación de la violencia y la multiplicación de las violaciones del derecho internacional humanitario. Son éstos:

  Explosión del mercado del armamento y proliferación de ciertas armas  

Durante años, el control y la discipl ina que ejercían las superpotencias en los respectivos ámbitos de influencia se reflejaban también en el mercado del armamento. El equilibrio del terror contribuía a evitar la proliferación de ciertas armas, en particular de las armas de destrucción masiva, fuera de determinados circuitos. Desde entonces, en cuanto al comercio de armas se ha registrado un desarrollo sin precedentes. La afluencia masiva de armas, procedentes de los ingentes arsenales constituidos durante la guerra fría (y a menudo saqueados), ha permitido un abastecimiento a grupúsculos de todas las tendencias, incluso a simples bandidos. Esta afluencia es un factor de tensiones suplementarias que pueden convertirse rápidamente en verdaderos conflictos armados. Los recursos generados por el tráfico de armas se utilizan también con regularidad para desestabilizar otras zonas.

  Desintegración y derrumbamiento de las estructuras estatales  

En varias regiones del mundo se ha registrado una amplia gama de crisis políticas insuperables y violentas que ha conducido al hundimiento de Estados antes considerados como estables. Hay que tener en cuenta también la repentina aparición de una plétora de " beligerantes " dotados, por la fuerza de las cosas, de una gran autonomía, sin hablar de la multiplicación de elementos aparentemente incontrolados y de tiradores emboscados que matan sin escrúpulos a personas civiles inocentes. En muchas situaciones, resurge la guerra privada. Las guerras civiles y étnicas hacen estragos en extensas comarcas sumidas en el caos, en la anarquía y en la mayor inseguridad. A largo plazo, esto da paso a la destrucción del sistema social, a la completa desaparición de toda forma de autoridad, exceptuada la del fusil, y a la negación de los valores fundamentales. Los conflictos son así más complejos y los sufrimientos de las personas civiles más masivos y más extensos. Además, los llamamientos al respeto y a la protección de las víctimas pierden, con frecuencia, todo su sentido, dada la ausencia de dirigentes políticos y militares identificables.

  Modificación del objetivo de la guerra y de los motivos de los conflictos  

En numerosos conflictos, los objetivos políticos de las partes son sustituidos por el odio, la arbitrariedad y el bandidaje. A primera vista, muchos enfrentamientos tienen prioritariamente por finalidad destruir al otro, por motivos de radicalización racial, nacionalista o religiosa, incluso por razones económicas, lo que induce a la negación de la presencia del otro y de su derecho a existir. La población civil, su destrucción o su éxodo se convierten en los objetivos mismos de numerosos conflictos. El odio y sus atrocidades ya no dimanan de la guerra, sino que llegan a ser un fin en sí mismo. Esta tendencia se ve agravada por diversos elementos, tales como el crecimiento demográfico, la pauperización, la miseria, las desigualdades, la intolerancia, el racismo, las aspiraciones regionalistas, la denegación de los derechos políticos y económicos fundamentales, el crecimiento descontrolado de las metrópolis, la corrupción y la degradación del medio ambiente.

  Gran cobertura de los conflictos en los medios de comunicación  

La cobertura de los conflictos por los medios de comunicación comporta diversos elementos positivos, en particular el de no relegar al olvido algunos desastres. Los medios de comunicación tienen una importante influencia en la opinión pública y en los diferentes dirigentes. Sin embargo, esta considerable cobertura corre el riesgo de banalización de la violencia y de saturación, habida cuenta del sufrimiento y de la descripción cotidiana de insoportables atrocidades. Los gritos de alarma repetidos con demasiada frecuencia acaban por suscitar la indiferencia. Los medios de comunicación tienden, además, a privilegiar el evento más llamativo, la actualidad inmediata, dejando de lado los trágicos conflictos que se prolongan en medio de la indiferencia general.

Por último, son una amenaza la manipulación política y el riesgo de distorsión de los hechos. Algunos medios de comunicación tienen una responsabilidad directa y determinante en la incitación al odio y en la invitación al asesinato.

  Divergencia entre las declaraciones de voluntad y la realidad  

Los dirigentes de las partes en conflicto participan en no pocas conferencias y en muchos foros internacionales, donde reiteran con regularidad su voluntad de respetar y hacer respetar el derecho internacional humanitario. Desafortunadamente, la realidad en el terreno desmiente con alarmante frecuencia esas declaraciones. Aun cuando los responsables y dirigentes demuestran la voluntad de cumplir con las obligaciones contraídas, no ejercen sobre los combatientes la suficiente autoridad para imponerles su cumplimiento.

De manera más global, el menosprecio de las normas humanitarias fundamentales, el desmoronamiento de las estructuras estatales y de las relaciones de mando, así como el desconocimiento de las normas esenciales del derecho internacional humanitario, hacen que las misiones humanitarias sean cada vez más peligrosas. El personal contratado para las acciones humanitarias de urgencia se ve confrontado con condiciones de inseguridad que entorpecen y, con demasiada frecuencia, impiden el acceso a las víctimas y el envío de socorros.

Estos factores permiten intensificar el rechazo de toda humanidad y debilitar el respeto del derecho. Desde hace algunos años, tienen lugar el retorno y el desencadenamiento de u na barbarie pura y simple y de métodos que se creían relegados en las profundidades de la historia. Con frecuencia, la realidad se hace pesadilla. La memoria humana es, claro está, a menudo corta y selectiva. De eso no cabe duda. Acontecimientos particularmente trágicos y crueles han conmocionado al mundo en reiteradas ocasiones durante las dos guerras mundiales y, posteriormente, en un entorno en que los medios de comunicación desempeñaban un papel menos influyente que hoy. La polarización del mundo, la prioridad conferida a la lucha ideológica y la prosecución de consideraciones político-estratégicas han ocasionado una erosión lenta, pero continua, del derecho internacional humanitario. A pesar de todo, el sentimiento predominante es que la situación sigue empeorando y que hacía mucho tiempo que no se había alcanzado el grado de violencia actual. El odio desenfrenado se desata en diversos lugares del mundo, el respeto de los valores y de los principios humanitarios fundamentales es conculcado cada vez con mayor frecuencia y el número de víctimas, esencialmente mujeres, niños y ancianos que no participan en las hostilidades, no cesa de aumentar.

Tales circunstancias conllevan una degradación de la situación de la población civil en las regiones afectadas por la guerra, causando un gran aumento del número de víctimas.

Ha hecho nuevamente su aparición el crimen de los crímenes, el genocidio , específicamente prohibido en el derecho internacional. La purificación étnica ha pasado a ser un fenómeno banalmente cotidiano. Con objeto de desarraigar a la población, este fenómeno incluye una larga lista de exacciones: desde el hostigamiento o la intimidación de las minorías hasta la masacre sistemática, pasando por el asesinato, la deportación, el internamiento masivo, la toma de rehenes , la violación y la tortura.

Los asesinatos , la tortura , los tratos degradantes, la detención arbitraria , a menudo en condiciones de extrema indigencia, son la suerte que corren incontables víctimas. La población civil paga en carne propia el tributo del odio y de la intolerancia. Se asiste a una multiplicación de situaciones en que se institucionaliza la toma de rehenes , flagrante violación de una norma fundamental del derecho humanitario.

La población civil se encuentra cada vez con mayor frecuencia en el centro mismo de los ataques , bajo un diluvio de fuego. Los actos de guerra se dirigen contra las personas civiles, sea directamente sea como represalia. La población, aterrada, está obligada a esconderse en refugios improvisados. Los asediadores tienen por objetivo propiciar un clima de pánico, sembrar el terror y utilizar el hambre como arma determinante. En cuanto a las fuerzas asediadas, enrolan a la población o impiden que huya cuando aún es posible, para utilizarla como escudo frente al enemigo.

El éxodo de poblaciones enteras, refugiadas en otro país o desplazadas en el interior del territorio nacional, ha cobrado proporciones dramáticas y desconocidas hasta el presente. Según varias fuentes, se calcula que hay en el mundo más de 23 millones de refugiados y más de 29 millones de personas desplazadas. Estos movimientos plantean dificultades de aprovisionamiento, perturbaciones económicas y sociales persistentes y originan, a menudo, devastadoras hambrunas. Sus causas son, esencialmente, el miedo y las violaciones de las normas de derecho humanitario que protegen a la población civil. Huir es, a veces, un acto espontáneo, ante la desesperación y el pánico, provocado y forzado frecuentemente por uno u otro de los bandos beligerantes. La población en tránsito suele convertirse en moneda de canje, en medio de presión o de control del territorio y en fuente de beneficios.

La unidad familiar, pilar de toda sociedad, se ve gravemente perjudicada y comprometida a causa de las calamidades que asolan a la población civil. Cada vez más a menudo, las familias son dispersadas, sus miembros separados a la fuerza o debido a los acontecimientos, los contactos quedan interrumpidos y no cesa de aumentar la angustia por los familiares de los que no se tienen noticias. Las mujeres son frecuentemente las primeras víctimas de estas situaciones y tienen lugar actos masivos de violación.

Los niños , vulnerables entre los vulnerables, sienten más duramente todas estas calamidades, padeciendo un trauma duradero y quedando marcados para toda su vida. Su existencia es destruida, porque han sido testigos de la muerte de sus padres, de la desintegración de su hogar y del desmantelamiento de su entorno de vida. Los niños son también el blanco de la ambición para controlar un territorio o apropiarse del botín. Son enrolados, explotados y obligados a participar, cada vez más jóvenes, en la violencia. Muchos de ellos son arrancados de su hogar; la única educación que conocen es la ley del fusil, y ello desde muy corta edad. Se transforman así en verdaderos esclavos armados y su reinserción en la sociedad civil resultará, claro está, sumamente difícil. Los niños soldados son una tragedia contra la cual la humanidad es impotente y, en lugar de desaparecer, continuará desarrollándose.

La facilidad con que cualquier grupúsculo puede adquirir un armamento clásico hace pesar una amenaza directa sobre la población civil y, paralelamente, prosigue el desarrollo de nuevas armas , letales o que causan ceguera.

El empleo generalizado de minas afecta esencialmente a la población civil. Extensas superficies de territorio son inutilizables y muchas personas civiles (de las cuales numerosos niños) son matadas o mutiladas, y ello mucho tiempo después del cese de las hostilidades. Es aterrador el costo humano, social y económico relacionado con las consecuencias del empleo de minas.

Los particularmente devastadores medios de combate y la manera de conducir las hostilidades en algunos conflictos constituyen, a menudo, graves amenazas para el medio ambiente . Esta protección del entorno, condición fundamental para la supervivencia de la población civil, ha estado súbita y trágicamente de actualidad en recientes conflictos.

Lo mismo cabe decir de las acciones y de los ataques contra los servicios públicos esenciales, particularmente el suministro de agua potable , que suele verse obstaculizado, de manera deliberada o a causa de las hostilidades, mediante la destrucción de las instalaciones hidráulicas o de centrales eléctricas. En ciertos conflictos, el agua ha pasado a ser una temible y particularmente cruel arma de guerra y grandes ciudades se han quedado sin agua durante varios días.

Asimismo, por falta de aprovisionamiento debido a la destrucción de las infraestructuras o de la desaparición del personal calificado, los servicios de sanidad quedan paralizados y la población carece de toda protección contra enfermedades, epidemias y consecuencias de heridas.

En general, la guerra y la violencia surten efectos catastróficos para la economía . Grandes zonas agrícolas son abandonadas. El ganado es diezmado y las herramientas y los aperos son destruidos, el pillaje y el vandalismo se generalizan. Impotente, la población civil asiste así al saqueo de su país, sumiéndose en la dependencia de la ayuda exterior.

Por último, la acción humanitaria tropieza con crecientes dificultades, sobre todo debido a la inseguridad, de manera que son cada vez más numerosas las víctimas cuya existencia se conoce, pero a quienes no tienen acceso las instituciones humanitarias. Privadas de protección y de asistencia, esas víctimas se convierten en rehenes de los portadores de armas.

Como quiera que sea, la acción humanitaria no puede ocultar los indecibles sufrimientos que la guerra moderna inflige a la población civil.

La XXVI Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja tiene que hallar los medios para mejorar la protección de la población civil contra los efectos de la guerra.

Sin embargo, habida cuenta de las tan variadas situaciones y de los múltiples sufrimientos, es imperativo centrarse en los problemas más candentes. Por lo tanto, se propone que la Conferencia preste particular atención a las seis cuestiones siguientes, que son motivo de constante preocupación en la labor cotidiana del CICR, de la Federación y de las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja:

  • protección debida a las mujeres en los conflictos armados;

  • protección debida a los niños en los conflictos armados;

  • reunión de familiares separados a causa de la guerra;

  • hambre y guerra;

  • agua y guerra;

  • uso indiscriminado de minas antipersonal y desarrollo de armas particularmente crueles.