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África: es necesario mejorar la gestión de las cárceles para garantizar condiciones de detención dignas

Un homme de dos, en tenue, dans une prison à Madagascar.
En Madagascar y en muchos otros países de África, muchas prisiones datan aún de la época colonial. Créditos: Volana RAZAFIMANANTSOA / CICR

La superpoblación carcelaria sigue siendo una realidad en África, donde los índices de ocupación media, según un instituto especializado, son del 170 %. De ello derivan numerosos problemas, en particular, en términos de salubridad, de acceso al agua potable y de ventilación. En las cárceles superpobladas, las personas privadas de libertad no disponen de condiciones adecuadas para dormir, acceden muy poco al aire libre y carecen de actividades.

n muchos países africanos, las autoridades penitenciarias están a cargo de lugares de detención que, a veces, son muy antiguos y, en general, se sitúan en lugares muy urbanizados. Mantener esa infraestructura para ofrecer condiciones de detención dignas representa un verdadero desafío.

Aliou Ciss, presidente de la Asociación Africana de Servicios Penitenciarios (ACSA), explica: “El problema de la superpoblación se ve agravado por el fuerte crecimiento demográfico en los países, además de sistemas judiciales que suelen ser ineficaces, lo que implica una presión incalculable sobre la infraestructura penitenciaria y el acceso a los servicios esenciales”. Esto afecta, principalmente, el acceso al agua potable. 

El ejemplo de Madagascar

Harena Abeline Rahantarilalao, inspectora principal de la Administración Penitenciaria en Madagascar, nos presenta la cárcel de Imerintsiatosika, un establecimiento moderno, aireado y limpio, ubicado a 30 kilómetros de la capital malgache, Antananarivo.

Estuve detenido en la cárcel de alta seguridad de Tsiafahy, en 2012, y llegué aquí, a la cárcel de Imerintsiatosika, en 2022. Las condiciones de detención entre las dos cárceles son muy diferentes.

Una persona privada de libertad

Hace unos años, en Madagascar, los establecimientos penitenciarios albergaban a un número de personas detenidas seis o siete veces mayor a su capacidad. En el norte del país, puntualiza Rahantarilalao, “una cárcel prevista para 300 personas albergó a casi 2.200 detenidos, y el mismo problema se planteaba en la región del este y en la sede central de Antananarivo. Por ese motivo, se planificaron nuevos establecimientos penitenciarios”.

Un buen ejemplo de estos establecimientos es la cárcel de Imerintsiatosika. Otro detenido señala: “Aquí, en la cárcel, hacer deporte anima el corazón y la mente. Tener lugar te ayuda a sobrellevar mejor la condena. Porque si estás en un ambiente reducido y no puedes hacer actividades, como deporte u otros esparcimientos, no haces más que pensar en tu condena”.

Favorecer la reinserción social

La privación de libertad siempre debería considerarse como último recurso. Cuando las autoridades penitenciarias estimen necesario reemplazar las antiguas cárceles, la nueva infraestructura no solo deberá respetar la dignidad de las personas privadas de libertad, sino que también deberá contemplar medidas que favorezcan la rehabilitación y preserven los lazos con la sociedad; cosa que no ocurría hace cien años, cuando la función de la detención era, principalmente, castigar y encerrar a las personas. Al mismo tiempo, siempre existirá una necesidad de mantener la infraestructura penitenciaria, tanto antigua como nueva, para ofrecer a los detenidos las mejores condiciones de detención posibles.

Para la comisaria Maria Teresa Manuela, relatora especial de Cárceles, Condiciones de Detención y Acción Policial en África, “las cárceles son lugares de rehabilitación y no lugares de castigos inhumanos. El diseño, la planificación y el mantenimiento de estas instituciones deben reflejar un compromiso de reintegrar a las personas en la sociedad sin atentar, en modo alguno, contra su dignidad”.

El CICR presta apoyo a los Estados africanos

Frente a estos desafíos y necesidades, a principios de octubre de 2024, el CICR y el Ministerio de Justicia de Madagascar organizaron un taller sobre la infraestructura penitenciaria, que reunió a participantes de catorce Estados africanos francófonos. Este taller se enmarca en la continuidad de los que se vienen organizando desde 2017, cada dos años, en diferentes capitales africanas.

“El objetivo de este taller —explica el Sr. Ciss—, es compartir experiencias entre colegas africanos de diferentes administraciones penitenciarias, y también con expertos del CICR, para extraer la mayor cantidad de conocimientos y, una vez de regreso en nuestros países, intentar aplicarlos, tanto en términos de rehabilitación, como de construcción de nuevos establecimientos penitenciarios, tomando en cuenta todas las buenas prácticas que aprendimos aquí”.

Lamentablemente, el mantenimiento de las cárceles existentes suele quedar desatendido, por ejemplo, con instalaciones vetustas sin reparar, drenajes bloqueados o sin limpiar, que causan falta de agua e higiene, lo que se traduce en un alto riesgo para la salud de las personas privadas de libertad. Deben preservarse las condiciones humanas de detención, y un elemento clave para ello es el mantenimiento de las cárceles. Se deben buscar alternativas a la detención y, en última instancia, deben reemplazarse las cárceles vetustas para garantizar la dignidad de los detenidos.

“No se puede hacer todo al mismo tiempo, pero, poco a poco, se ve claramente la evolución”, concluye la inspectora malgache Rahantarilalao, al término de la visita a la cárcel de Imerintsiatosika.

Desarrollar los conocimientos con miras a una mejor gestión de las cárceles en África

Según los datos compartidos por los participantes en los talleres pasados, en 25 países (que representan el 65 % de la población carcelaria de África), durante los últimos diez años, se construyeron unas 500 cárceles nuevas, o bien están planificadas para los próximos cinco años. Esto representa cerca de un 30 % de la infraestructura carcelaria existente. Sin embargo, con frecuencia, las autoridades se ven obligadas a recurrir a expertos extranjeros, a causa de la falta de normas nacionales y de despachos de arquitectura que cuenten con conocimientos específicos en materia de diseño de cárceles.

Para que las cárceles se adapten a la cultura, al clima y a las expectativas correccionales de los países en los que se sitúan, se debe desarrollar el conocimiento local para planificarlas, construirlas y mantenerlas correctamente.

Por ejemplo, gracias a la contribución de los talleres como el de Madagascar, Níger pudo definir sus normas y estándares en materia de detención, como las normas de alojamiento, y Burkina Faso y Côte d’Ivoire diseñaron un plan tipo para la construcción y la infraestructura carcelaria.

Hace unos años, el CICR elaboró la “Breve introducción a la planificación y el diseño de establecimientos penitenciarios más humanos”, una publicación que propone principios rectores a toda persona o entidad que participe en la planificación, el diseño o la construcción de cárceles. 

En el marco de su apoyo a los Estados africanos, al final del taller en Madagascar, el CICR, en colaboración con la ACSA, lanzó la “Guía para el mantenimiento de cárceles”. Estas dos guías son complementarias y están dirigidas a las autoridades penitenciarias de todo el continente.