Los restos explosivos de guerra y el derecho internacional humanitario
Cuando finaliza un conflicto armado, el campo de batalla suele quedar plagado de restos explosivos. Muchos de esos restos siguen siendo peligrosos, en particular las reservas de armas que abandonan los combatientes y las municiones explosivas que fueron disparadas, pero que no estallaron según lo previsto.
Para las comunidades de países afectados por guerras, la presencia de esas armas representa una amenaza permanente. Muchas personas civiles inocentes han perdido la vida o alguna extremidad al manipular o tocar, sin quererlo, restos explosivos de guerra. Esas armas también pueden impedir la reconstrucción y amenazan los medios de subsistencia. Es imposible volver a construir viviendas, hospitales y escuelas —y cultivar la tierra contaminada— sin antes proceder a la remoción de esos artefactos.
Las comunidades, a menudo, carecen de los medios necesarios para resolver el problema. La mayoría no dispone de la capacidad técnica o de los recursos para eliminar los restos explosivos de guerra en forma segura, y son pocas las que cuentan con los recursos necesarios para atender las necesidades psicológicas, médicas y de rehabilitación de las víctimas.
En todo el mundo, hay millones de restos explosivos de guerra esparcidos en más de 80 países. Algunos vienen sobrellevando este problema desde hace décadas. Polonia, por ejemplo, ha eliminado unos 100 millones de restos explosivos de las dos guerras mundiales. En Laos, todavía hay decenas de millones de restos explosivos de guerra por eliminar. Conflictos más recientes, como los de Afganistán, Irak y Sudán, también han dejado a su paso cantidades significativas de restos explosivos de guerra.
Los Estados han tomado importantes medidas para reducir el sufrimiento humano causado por los restos explosivos de guerra y prestar asistencia a las comunidades afectadas. El Protocolo sobre Restos Explosivos de Guerra, aprobado en noviembre de 2003 por los Estados Partes en la Convención de 1980 sobre Ciertas Armas Convencionales, es un avance significativo para poner fin al sufrimiento causado por las municiones abandonadas y las municiones sin estallar.
El Protocolo exige que cada parte en conflicto elimine los restos explosivos de guerra del territorio bajo su control una vez que hayan terminado las hostilidades. Además, les exige que presten asistencia técnica, material y financiera para la remoción de aquellos restos que sean producto de sus propias operaciones en áreas que no estén bajo su control.
Dado que la remoción de esas armas en un país puede llevar años, también se deben tomar determinadas medidas, como señalizar y cercar las zonas sembradas de armas, y sensibilizar a la población local al respecto, a fin de ayudar a proteger a las personas civiles. Los Estados deben prestar asistencia en materia de cuidado y rehabilitación de las víctimas, siempre que estén en condiciones de hacerlo.
A fin de facilitar esas medidas, el Protocolo establece que las partes en conflicto deben registrar información sobre los explosivos que hayan utilizado durante un conflicto y difundir esa información ante otras partes y organismos encargados de la remoción de esas armas una vez concluidas las hostilidades. La falta de información, a menudo, ha demorado los esfuerzos de remoción de los restos explosivos de guerra.
El Protocolo constituye un avance significativo y proporciona un marco importante para facilitar una rápida respuesta a la presencia de restos explosivos de guerra. La seguridad de las personas civiles será mayor si todos los Estados se adhieren al Protocolo y garantizan la plena aplicación de sus disposiciones.