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Armas traicioneras que siguen matando diez años después de adoptada la convención que las prohíbe

Por Simonetta Sommaruga y Peter Maurer*

Sus colores vistosos atraen a los niños y despiertan su curiosidad. Y son precisamente los niños quienes a menudo las activan y, en la explosión, pierden una pierna, un brazo o la vida.

Las municiones en racimo son una de las armas más traicioneras del mundo.

Las municiones en racimo se arrojan desde el aire o se disparan desde tierra con el propósito de lanzar pequeñas submuniciones explosivas contra objetivos situados en una zona del tamaño de varias canchas de fútbol. Sin embargo, con frecuencia, esas bombetas no estallan según lo previsto y quedan diseminadas en el terreno durante años e incluso décadas después de terminada la guerra, listas para explotar cuando cualquier hombre, mujer o niño las toque o las pise.

Este mortífero legado de la guerra no es inevitable. La protección de las personas civiles y el respeto del derecho internacional humanitario forman parte de la política exterior de Suiza y constituyen, además, la misión esencial del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Ambos trabajan para prevenir y mitigar los efectos de las municiones en racimo y mejorar la rehabilitación y la calidad de vida de las víctimas.

Por fortuna, existe un tratado que prohíbe estas armas indiscriminadas e inaceptables. Esta semana se cumple el 10° aniversario de la Convención sobre Municiones en Racimo, que entró en vigor el 1° de agosto de 2010.

Hasta ahora, 108 países se han adherido a este importante tratado humanitario que prohíbe, en forma global, el uso, la producción, la transferencia y el almacenamiento de esas armas. Los países que se adhirieron a la Convención se comprometieron a destruir sus reservas, a limpiar las zonas contaminadas y a prestar asistencia a las víctimas de las municiones en racimo. Juntos, han eliminado casi 1,5 millones de municiones en racimo almacenadas, asegurando así que jamás serán usadas. En algunos países, se han limpiado grandes extensiones de terreno, lo que permite que ahora, los niños caminen a la escuela en condiciones seguras y los adultos vayan al trabajo sin temor. La Convención sobre Municiones en Racimo ha conseguido reducir sustancialmente el uso de estas armas, incluso por parte de Estados que aún no se han adherido a ella. Gracias a ello, se han salvado miles de vidas.

Pese a estas acciones positivas, las municiones en racimo siguen matando o hiriendo a decenas de personas todos los años. En los últimos años, se ha denunciado el empleo de municiones en racimo en países como Siria, Yemen y Libia, así como en otros contextos donde las personas civiles siguen padeciendo las consecuencias de esa práctica. Además, muchos países quedan contaminados por estas armas largo tiempo después de su uso. La remoción de las municiones en racimo es una tarea lenta y peligrosa debido al número de submuniciones que quedaron sin estallar y a su inestabilidad: hasta el más mínimo movimiento puede detonarlas. Hablemos claramente: todo uso de las municiones en racimo, en cualquier lugar y por cualquiera, debe ser condenado.

Suiza organizará y presidirá la segunda Conferencia de Examen de la Convención sobre Municiones en Racimo, que tendrá lugar en Lausana del 23 al 27 de noviembre. Estas conferencias se celebran cada cinco años y son esenciales para evaluar los avances logrados en la implementación de la convención. Junto con socios como el CICR, Suiza seguirá impulsando el objetivo de alcanzar un mundo libre de municiones en racimo, que es la meta fijada por la Convención. En especial, instará a los Estados que no se hayan adherido a ella a hacerlo cuanto antes.

Esos compromisos son fundamentales para alcanzar un mundo libre de municiones en racimo. Debemos lograr la destrucción completa de las reservas de esas armas y limpiar todas las zonas contaminadas. Asimismo, debemos comprometernos a asistir a todas las víctimas.

La Convención sobre Municiones en Racimo ha sido sumamente útil para proteger a las personas civiles de los efectos de la guerra. La acción colectiva es poderosa: trabajando juntos, los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil lograrán cambios reales y valiosos. La vida de innumerables personas civiles depende de su acción.

*Simonetta Sommaruga es la presidenta de Suiza. Peter Maurer es el presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Para saber más sobre las municiones en racimo y sus consecuencias humanitarias, vea esta breve explicación.