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Humanos adentro y afuera: la mirada de una delegada que habla con los detenidos

Por Deborah Schibler
Coordinadora adjunta de Protección – CICR Colombia

En 1915, un delegado del CICR, como yo, visitó por primera vez a un grupo de personas detenidas. Cuando le abrieron las rejas, solo me puedo imaginar que se puso muy nervioso, que no sabía qué le esperaba. Eso me ocurrió cuando empecé a hacer ese mismo trabajo, 92 años más tarde.

Muy probablemente, ese primer delegado de detención del CICR era suizo con estudios en derecho –lo eran todos en aquella época–, que nunca había visto una persona encerrada anteriormente. ¿Le habrán dicho qué preguntas hacerles? ¿Habrá tenido miedo? Al salir de aquel campamento de prisioneros de guerra de la Primera Guerra Mundial, ¿habrá pensado en las caras de las personas con quienes se había entrevistado durante aquel día?

Lo que sí sé con seguridad es que esa primera visita no se le habrá olvidado por el resto de su vida. Y lo sé porque, 92 años después de esa primera visita, yo me encontré un día de febrero de 2008 ante las puertas de Qafqafa, una cárcel de alta seguridad en el norte de Jordania, cerca de la frontera con Siria. Nunca había entrado a una cárcel previamente. Joven delegada, suiza, con estudios en derecho. Así estaba yo: con curiosidad e interés. Y algo de miedo, no lo voy a negar.

Hoy me doy cuenta de que, a pesar de los paralelos con aquel delegado en 1915, yo lo tenía mejor. Tuve una formación previa y estaba acompañada por colegas más experimentados. Detrás de mí, y en la identificación que llevaba, estaba esta organización, el CICR, con toda su experiencia y experticia.

Marruecos, 1915. Primera visita de un delegado del CICR a un campo de prisioneros alemanes. © Fototeca CICR.

No olvidaré nunca mi primera visita. Al salir, empezó a nevar. No pude dormir pensando en las personas en sus celdas con las ventanas descubiertas

Todo lo que esta organización sabe hoy en día sobre cómo trabajar por mejorar las condiciones de las personas detenidas lo tuvo que aprender a través de sus delegados a lo largo de los años. Por ejemplo:

• En los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, tristemente aprendió que era importante hablar con las personas privadas de libertad sin testigo, construyendo una relación de confianza.
• En las estaciones de policía de los años 70 en Latinoamérica, les habrá dolido a muchos delegados darse cuenta de que era imprescindible registrar las personas y elaborar listas para evitar desapariciones.
• En Oriente Medio, los delegados empezaron a insistir en que se les abriera cada puerta de las cárceles para asegurarse de que realmente vieran a cada una de las personas recluidas.

Hoy en día casi nadie duda de la experticia del CICR en materia penitenciaria a nivel mundial. Pero, incluso hoy, el CICR sigue aprendiendo con cada visita, con cada entrevista a una persona privada de libertad. Y no solamente el CICR... también yo.

Habré visitado a miles de personas en unas 60 prisiones en cinco países diferentes. Pero una visita nunca es rutina. Justamente por el enorme componente humano – que traemos los de afuera y los de adentro. No olvidaré nunca mi primera visita a Qafqafa, donde por la tarde, al salir, empezó a nevar. No pude dormir pensando en las personas en sus celdas con las ventanas no cubiertas. Tampoco se me olvidarán las caras de 30 mujeres condenadas a muerte en otro país. En particular porque, antes de salir, hice el esfuerzo de impregnarme de sus rostros, porque sentí que podía ser la última persona de "afuera" que viera sus caras.

Madagascar, 2011. Deborah Schibler (centro) entrega un mensaje Cruz Roja enviado a un detenido por sus familiares. © Guillaume Binet/CICR

Y de Colombia, ¿qué me llevaré? En mi primera visita, hace casi tres años, entré al Establecimiento Carcelario La Modelo de Bogotá y, por primera vez en mi carrera, vi un patio donde cohabitaban dos mil hombres. Dos mil seres humanos. Imaginarse el conjunto de historias, vidas, sueños y esperanzas allí reunidas le quita a uno el aire con esa intensidad que solo se siente en una cárcel.

Los problemas que enfrentan los detenidos en su vida diaria son sistémicos y, por lo tanto, necesitan de una respuesta del sistema en su conjunto. El CICR lleva 45 años visitando a personas privadas de libertad en Colombia, intentando motivar esa respuesta, mediante sus visitas, sus recomendaciones, sus observaciones y sus preguntas algo incómodas. También, llamando la atención de la sociedad en general.

Suelo decirles algo a los nuevos delegados, jovencitos, suizos o no, con estudios de derecho o no, que llegan a Colombia y se preparan para entrar por primera vez a una prisión: lo único que nos separa de la cárcel es la puerta de entrada. El "afuera" de hoy puede ser el "adentro" de mañana. El "adentro" de hoy será el "afuera" de mañana. La cárcel es permeable. Lo que nos une es la humanidad, los sueños y las esperanzas.