Foto: Laura Aguilera Jiménez/ CICR

"Escuchar las voces de las víctimas": Lorenzo Caraffi

Los últimos años han presentado desafíos de innegable complejidad en el mundo. La pandemia del COVID-19 nos ha afectado a todos, pero no a todos por igual. Colombia ha tenido que enfrentar los efectos del virus en medio de los conflictos armados y la violencia crecientes.
Artículo 23 marzo 2022 Colombia

El país ha logrado grandes avances, particularmente en el plan de vacunación contra el COVID-19. Sin embargo, los retos siguen presentes, no solo frente a la cobertura total de la vacunación, sino frente a las consecuencias derivadas de las acciones armadas en diversas zonas del país.

Durante 2021, los equipos del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Colombia recogieron los testimonios de las comunidades y las víctimas que sufren las consecuencias de los seis conflictos armados no internacionales existentes. Sus voces reflejan la incertidumbre y la angustia frente a una situación que pone de manifiesto su innegable resiliencia, pero a la que ningún ser humano debería acostumbrarse.

El año pasado pude escuchar de primera mano a las comunidades en las montañas del Catatumbo y en las selvas del Pacífico. No deja de conmoverme la sonrisa que mantienen estas personas que habitan en geografías tan opuestas pero que comparten un mismo dolor cuando sufren los estragos de los conflictos armados, así como un mismo anhelo de vivir sin quedar en medio de los enfrentamientos entre actores armados.

Los equipos del CICR han evidenciado con mayor fuerza las secuelas de los diversos conflictos armados en Antioquia, Arauca, Bolívar, Cauca, Chocó, Nariño, Norte de Santander, Putumayo y Valle del Cauca, así como en diversas regiones del suroriente colombiano.

Por cuarto año consecutivo, hay un aumento en el número de víctimas de artefactos explosivos. Además de sus heridas físicas, no podemos medir las consecuencias para la salud mental de las comunidades cuyos días transcurren en un peligro latente que a menudo les impide el acceso a servicios esenciales y a sus actividades de sustento económico. Así mismo, se incrementó el número de comunidades desplazadas y confinadas por causa del miedo y el incumplimiento del derecho internacional humanitario y otras normas humanitarias por parte de los actores armados.

El menosprecio por estas normas continúa dando como resultado personas muertas, heridas y desaparecidas. Esto, además de otros hechos como la violencia sexual, la vinculación de niñas, niños y adolescentes con actores armados, la destrucción de los recursos naturales y bienes civiles, entre otros, convierten a la población civil en la primera víctima de las consecuencias de las confrontaciones.

Todos los actores armados deben respetar y asegurar el cumplimiento de las normas humanitarias.

Los ataques a la asistencia de salud marcaron un lamentable récord en el cual los ciudadanos siguen siendo los principales responsables. De igual manera, presenciamos los obstáculos a los que se enfrenta la ayuda humanitaria en los momentos de mayor necesidad.

No puedo dejar de hacer un llamado enfático a los actores armados, instituciones públicas y ciudadanos a respetar el trabajo de las organizaciones humanitarias. Su presencia en distintas zonas es vital para que las comunidades puedan sobrevivir en este difícil panorama. Para el CICR no hay margen de duda en nuestra obligación de buscar respuestas a las necesidades más apremiantes de las personas afectadas por los conflictos armados y la violencia, siempre bajo los principios de neutralidad, imparcialidad e independencia.

En un año de elecciones legislativas y presidenciales en Colombia, el pedido es para que las agendas políticas de quienes ocupen estos cargos tengan presentes a las víctimas de los conflictos armados y la violencia. Escuchar estas voces es necesario para comprender sus problemáticas y encontrar soluciones pragmáticas que les permitan aliviar su sufrimiento y vivir con dignidad.

Las montañas, selvas y ríos de este país deben ser escuchados y protegidos de los efectos de los diversos conflictos armados y la violencia.

Independientemente de quienes triunfen en la carrera electoral, reitero el compromiso de más de 50 años de trabajo del Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia. Esta responsabilidad mundial del CICR de llegar a las zonas más afectadas por distintos tipos de violencia seguirá firme en el país. Nuestros cerca de 500 trabajadores humanitarios, de la mano de nuestros colegas de la Cruz Roja Colombiana, empeñan todo su esfuerzo para responder de la manera más adecuada a las diversas necesidades humanitarias que continúan aquejando a este país.

Lorenzo Caraffi
Jefe de la Delegación del CICR en Colombia

 

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